Violencia en la la escuela
En este estudio se indaga sobre la tenencia de armas, la circulación de drogas y la violencia sexual en las escuelas. Las agresiones verbales y físicas son las más numerosas
Descargue el Informe final sobre violencia en las escuelas PDF | 2360 Kb
La escuela debería ser un espacio para la formación humana, espiritual, cultural e intelectual de los alumnos, no sólo un espacio en donde se obtiene información que puede ser hasta irrelevante para la vida. A partir de los resultados obtenidos en la investigación, resulta que todo el centro educativo es un espacio para el ejercicio de la violencia entre escolares. Los niños, niñas y adolescentes no poseen un lugar libre de violencia. Es un problema epidémico, puesto que en la escuela, en la familia y en el espacio social en general se ejercen tipos variados de violencia. Al parecer no hay lugar seguro para ellos.
De los estudiantes encuestados, 73% han presenciado situaciones violentas dentro del plantel. Sólo una cuarta parte de los que participaron en el estudio manifestó no haber observado situaciones de violencia y 2% no contestó. Del personal directivo y docente que labora en los planteles, 68% ha presenciado situaciones violentas dentro del plantel, 31% no las ha evidenciado y 1% no contestó.
Al indagar los tipos de acciones violentas que se han dado en los planteles, los estudiantes responden que: han sido agresiones verbales (88%), agresiones físicas (79%), abuso de poder (24%) y abuso sexual (5%). Por su parte los docentes han evidenciado los siguientes hechos: agresiones verbales (89%),agresiones físicas (83%), abuso de poder (15%), abuso sexual (5%) y no sabe o no contestó (1%).
Los resultados indican que los mecanismos de resolución de conflictos dentro de los planteles son violentos. El tipo de violencia empleado con mayor frecuencia por los alumnos es verbal y como mecanismo extremo ante los conflictos está la violencia física. Estudiantes y profesores están conscientes sobre los grados de violencia que se dan en el plantel. Los niveles de respuesta de abuso de poder y abuso sexual se presentan como bajos, pero es significativo que en los centros educativos este tipo de situaciones se lleven a cabo y no existan suficientes alternativas que permitan incidir en la disminución de estos hechos.
Los espacios en que suceden los hechos violentos, a partir de las respuestas de los estudiantes, son: en la salida del plantel (72%), en el patio (60%), enel aula de clase (59%), en los pasillos (39%), en los baños (28%), y un 1% responde que en otros lugares.
Por su parte los docentes y personal administrativo de los planteles responde que los hechos violentos ocurren: en la salida del plantel (71%), en el patio(52%), en el aula de clase (43%), en los pasillos (49%), en los baños (12%), y un 7% responde que en otros lugares.
Si bien la mayoría de los hechos calificados como violentos ocurren en las inmediaciones del centro educativo, no deja de preocupar que un alto porcentaje de los mismos ocurran en las aulas de clases. Esto muestra un desbordamiento de las conductas disruptivas y rebosamiento de la figura del docente.
La violencia en los centros educativos es abierta y desafiante. En los espacios más públicos y donde se da por sentado que existen autoridades, pertenecientes a los mismos centros de educación, es donde se realizan con mayor frecuencia hechos violentos de distintos tipos. Además de que los docentes no están del todo conscientes de la dinámica violenta que se desarrolla dentro del plantel y los lugares en los cuales ella ocurre.
Centro Gumilla: Informe sobre Violencia en las escuelas
Violencia sexual
Este tipo de violencia se presenta de forma significativa en los centros educativos, sin importar el tipo de plantel. Pregunta: En tu experiencia como estudiante en el plantel, ¿has visto algún hecho de índole sexual? 17% de los estudiantes respondió que sí, 81% no lo ha evidenciado y 2% no respondió; 23% de los estudiantes de Petare ha evidenciado hechos de índole sexual, mientras en Catia lo ha evidenciado un 9%.
Los docentes que han visto hechos de índole sexual representan un 20%, 78% no ha evidenciado este tipo de hechos y 2% no respondió. 26% de los encuestados que imparte clases en Petare ha constatado actos de índole sexual; por su parte en Catia 11% reveló haber presenciado un hecho de índole sexual.
Existe una clara diferencia por distribución geográfica, tanto en las respuestas de los estudiantes como en la de los profesores. Se duplica la evidencia de hechos sexuales en Petare en relación a Catia, lo cual indica que las normas de convivencia entre los estudiantes considerada por zona, presentan diferencias de valores y factores que propician que estos hechos ocurran.
Es importante tomar en cuenta que los sucesos de índole sexual se evidencian de forma considerable dentro de los planteles; en su mayoría pueden ser juegos sexuales o prácticas de iniciación que se dan entre los adolescentes. También es importante destacar al ser documentados pasan a convertirse en violencia sexual, sin importar si se ha hecho con el consentimiento o no de los adolescentes. Se trata de personas con menos de 18 años de edad y la difusión de estos incidentes a través de medios electrónicos y de fácil acceso (celulares, Internet, correo electrónico), pueden ocasionar severos daños psicológicos y morales a las personas que han sido grabadas.
Al preguntar a los estudiantes si estos hechos de índole sexual han sido documentados a través de cámaras, celulares y otros objetos destinados para tal fin, se evidencia que: 4% ha sido documentado constantemente; 37% ocasionalmente; y 54% nunca lo han documentado. Los profesores responden que este suceso ocurre: 13% constantemente; 39% ocasionalmente; 34% nunca ha sido documentado; y 14% no sabe o no contesta.
En el caso de los estudiantes, estos incidentes de índole sexual se han evidenciado: en el aula de clase (51%); en los pasillos (38%); en los baños (35%);en el patio (31%); y en otros lugares (13%). Los docentes consideran que estos hechos se dan: en el aula de clase (15%); en los pasillos (4%); en los baños (65%); en el patio (18%); y en otros lugares (35%).
Es evidente la contradicción de las informaciones aportadas por los estudiantes, docentes y personal directivo sobre el lugar donde ocurren los hechos de índole sexual. Los docentes afirman que los baños son los sitios usuales o propicios en los que sucederían este tipo de actos, cosa que los estudiantes no responden de igual forma. Como criterio de verificación habría que recordar que los protagonistas de estos sucesos son los mismos estudiantes.
Los porcentajes que muestran dónde ocurren con mayor frecuencia los actos de violencia, presentan similitud con los porcentajes de ocurrencia de los sexuales. Al parecer hay una conexión entre actos de violencia física y hechos sexuales.
La mayoría de la población estudiantil y profesoral no conoce hechos de abuso sexual dentro de los planteles, pero es importante tener en cuenta que existe 4% de casos donde han sido obligados adolescentes, y la omisión de éstos podría ocasionar que aumenten estas cifras. Hay una línea divisoria muy frágil que no contribuye a evitar que los juegos sexuales de los estudiantes puedan convertirse en caso de abuso sexual.
Violencia física
Un porcentaje considerable de los alumnos dentro de los planteles han peleado. Por tanto, bien podríamos decir que es una forma habitual de comportamiento relacional de los estudiantes, fundamentalmente de género masculino; además de indicar que entre ellos existen sus propios códigos y reglas que norman el comportamiento en los centros educativos, y logran establecer un conjunto de pautas paralelas a las normativas que rigen en el plantel.
Al preguntar a los encuestados: En tu vida como estudiante, ¿has peleado con otros estudiantes de este plantel? 46% de los entrevistados respondieron que han peleado con otros estudiantes dentro del plantel y 53% dijo no haberlo hecho. De los estudiantes que respondieron que han reñido, 53% son de género masculino y 40% femenino.
Los docentes informaron que se han presentado estos hechos en el plantel: 64% por rencillas entre dos estudiantes; 57% por juegos de pelea; 24%peleas en grupos; 3% otros hechos; y el 9% no sabe o no contestó.
Los motivos por los que han peleado los estudiantes son: 51% por enojo; 28% por haber sido golpeado; 25% peleas en grupo; 5% por liberar tensión; y 2% no contesta.
Al examinar las causas de estos hechos encontramos que las peleas son el mecanismo privilegiado por los alumnos para la resolución de conflictos. Los resultados expresan que éstas se presentan en el mismo orden porcentual para ambos géneros.
Hay una porción de estudiantes que manifestó haber participado en peleas de grupo. Nuestro contacto con esa población juvenil, así como el conocimiento teórico sobre el tema, nos permite concluir que es un modo de establecer pertenencia, identidades y lealtades grupales.
Si sumamos los porcentajes de las opciones enojo y liberar tensión, obtendríamos un 56%. Mucho más de la mitad. Esto revela la dificultad que tienen los estudiantes cursantes de los grados que formaron parte del estudio, de tener autocontrol y manejo asertivo de sus propias emociones.
La violencia física aparece como respuesta ante la agresión; por haber sido golpeado. Al sentir vulnerada su integridad personal, los escolares asumen las peleas como mecanismo de restauración de su status quo. Esto muestra que los estudiantes no poseen o no están en capacidad de emplear estrategias no violentas para la resolución de conflictos.
De los estudiantes que han peleado 87% responde que no poseía armas al momento de la pelea; 2% tenían cuchillos; 1% chopos; 1% botellas; 2% teníanotro tipo de armas; y 8% no contestó.
Al preguntarle a los docentes si al haber evidenciado hechos de violencia física entre los estudiantes tenían armas, se obtuvieron las siguientes respuestas: 71% no poseía armas; 10% cuchillos; 6% pistolas; 6% botellas; 4% otro tipo de armas; 2% cadenas; 1% chopos; y 13% no sabe o no contestó.
A partir de los resultados obtenidos se evidencia que la violencia física no es planificada, es un mecanismo de defensa ante la agresión directa y muestra un mal manejo de la frustración. Es llamativo que exista un porcentaje de la población estudiantil que ve en el uso de las armas una forma de ataque o defensa válida al momento de la pelea.
Tanto los hechos de índole sexual, como la violencia física se producen en todos los espacios de la infraestructura escolar. La mayoría de estos actos ocurren dentro del aula de clases, según afirman los estudiantes.
Violencia psicológica
Entre la relación de las víctimas y victimarios sobre casos de intimidación se presenta prácticamente el mismo sector poblacional, es decir que existe un 10% que ha sido atemorizado y un 12% de estudiantes que se encargan de atemorizar. También se puede concluir que son pocos los victimarios que de forma constante atemorizan a otros. Esta relación dominio-sumisión tiene su manifestación en los centros educativos que formaron parte del estudio. Pero este modo relacional replicado por los estudiantes no es más que un reflejo de pautas de socialización en dos ámbitos fundamentales: su núcleo básico de convivencia y del medio social en el que se desenvuelven.
Esto se infiere de la pregunta a los encuestados sobre si se han sentido atemorizados o intimidados por otros estudiantes dentro del plantel. Se evidencia que: 89% nunca se ha sentido atemorizado; 7% ocasionalmente; 3% constantemente; y 1% no contesta. Y al preguntar a los encuestados si han atemorizado a otros estudiantes dentro del plantel, se evidencia que; no lo han hecho un 86%; sí 12%; y 2% no sabe o no contestó.
Las estudiantes que han atemorizado a otros compañeros, representan un 10% de la población estudiantil encuestada, los motivos son: para ganar respeto (81%); por emoción estimulante (10%); para pedir dinero (4%); otros motivos (10%); y no sabe o no contesta (4%).
En cambio los estudiantes que han atemorizado a otros, representan un 19% de la población estudiantil que formó parte del estudio. Los motivos son: paraganar respeto (63%); por emoción estimulante (19%); otros motivos (11%); y no sabe o no contesta (4%). Ningún estudiante de género masculino atemoriza a otros estudiantes para pedir dinero.
Es altamente probable que los estudiantes que abusan físicamente de sus pares, provengan de hogares en los que se les disciplinaba frecuentemente mediante el empleo de métodos autoritarios y coercitivos, donde el castigo corporal siempre estuvo presente.
Los modos de relación que se producen en determinados espacios sociales modelan pautas conductuales, en especial cuando la dominación tiene que ver con mantener o ganar cierto nivel de respeto en ese medio de convivencia y ello implica relativo control de situaciones en las que podría estar en juego la propia integridad física.
Si a lo anteriormente escrito le agregamos la ausencia de estrategias no violentas para la resolución de conflictos, con el agravante de que se ha normalizado la respuesta a los conflictos apoyándose en el esquema dominio-sumisión tenemos como resultado estudiantes que atemorizan o someten a otros estudiantes.
Los docentes que se han sentido intimidados o atemorizados por algún estudiante representan 5% de los encuestados y 95% nunca se han sentido de esta manera. Aunque se evidencia violencia verbal entre docentes y estudiantes, el padecimiento del temor no se da de forma constante ni significativa. Por lo que éste se presenta en su mayoría sólo entre estudiantes.
Dentro de la relación entre estudiantes se evidencian elementos de exclusión, rechazo, o discriminación fundados en esquemas sexistas, machistas, clasistas, antirreligiosos u otros motivos que tienen su razón de ser en la incapacidad de reconocer en términos de igualdad a los otros, ausencia de valores de respeto mutuo, de empatía y de aceptación de la diversidad.
Al consultar a los estudiantes si habían sido discriminados o rechazados por otros adolescentes dentro del plantel, 17% respondió que sí, los diferentes motivos por los que consideran han sido excluidos son: por apariencia física (35%); por su género (30%); por otros motivos (14%); por su religión (8%); ysituación económica (7%).
Si los alumnos se han sentido excluidos por esas razones, esas conductas desdeñables son más corrientes en el conjunto social de lo que desearíamos. El sistema educativo debería ser un espacio en el cual se pudiera intercambiar sobre esas prácticas y formar a los alumnos para que en su vida cotidiana en la escuela, la familia y su contexto social no se reprodujesen y, aún más, las asumieran como inadmisibles.
Resulta altamente llamativo, por lo vergonzoso, que en las escuelas se reproduzcan los diferentes patrones de exclusión, rechazo y discriminación que tienen lugar en el resto de la población venezolana. A lo mejor para recordarnos que la escuela misma es una micro reproducción de lo que acontece en el conjunto de la sociedad, por lo cual el modelo ideal de escuela como institución capaz de tener injerencia en la conducta de los estudiantes ha fracasado, más bien la realidad de los barrios caraqueños forma parte de la que se vive en los planteles.
Estos hallazgos ponen de manifiesto la importancia que tiene erradicar situaciones de exclusión, discriminación o rechazo desde las primeras fases de la educación formal e informal, además se debería favorecer la identificación de los adolescentes con los valores de respeto mutuo, de empatía y de aceptación de la diversidad como necesaria para una convivencia sana, pacífica y de no violencia, de manera tal que se puedan reducir los factores de riesgo de la violencia en las escuelas.
Presencia de armas en el plantel
La presencia de armas dentro de los planteles fue corroborada por los estudiantes entrevistados, lo cual aumenta las situaciones de riego; más aún cuando las opciones para defenderse y para agredir a alguien son la segunda y tercera categoría con mayor frecuencia de mención de parte de los estudiantes entrevistados. Otra explicación dada por los estudiantes para portar armas dentro de los recintos educativos está relacionada con la motivación de ganar respeto o mostrar que se encuentra a la defensiva.
Al preguntarle a los encuestados, ¿Conocen a otros estudiantes que llevan armas al plantel? 19% respondió afirmativamente. Haciendo la distribución por zona geográfica del conocimiento de armas en los planteles se tiene que: en Petare 23% de alumnos han conocido a otros estudiantes que portan armas dentro de las instalaciones educativas y 13% en Catia.
Los estudiantes consideran que los motivos para llevar armas al plantel son: para mostrarlas a sus compañeros (57%); para defenderse (48%); para agredir a alguien (29%); y 5% por otros motivos.
Los tipos de armas que los estudiantes manifestaron tener conocimiento de ser portadas por otros alumnos son: cuchillos, 70%; pistolas, 40%; botellas,16%; cadenas, 8%; chopos, 4%. Un 22% informó de otro tipo de arma.
Por zona geográfica, los docentes de Petare que manifestaron tener conocimiento de estudiantes que portaban armas dentro de la institución señalaron que estas eran: cuchillos (15%); pistolas (8%); botellas (9%); cadenas (3%); y chopos (1%); otro tipo de armas (25%). En Catia: cuchillos (2%); pistolas (2%); botellas (3%); y otro tipo de arma (1%).
La mayor presencia de armas dentro de los planteles, tales como pistolas o cuchillos, evidencia el fácil acceso a las armas en adolescentes escolarizados, y además la inexistencia de mecanismos de seguridad efectivos dentro de los planteles que permitan resguardar la seguridad de los estudiantes.
El acceso que tienen los estudiantes de estos grados a las armas ligeras de fuego, el que estos decidan portarlas, sujetos con juicio moral en formación, en ambientes sociales hostiles, con el peso de relaciones de dominio-sumisión, hacen una mezcla de factores de riesgo que potencian a su máxima capacidad la violencia en las escuelas.
Tráfico de drogas
La mayoría de los estudiantes encuestados
no consumen ninguna sustancia psicoactiva. De la porción, minoritaria, que sí
lo ha hecho, con mayor frecuencia utilizan al menos dos tipos distintos de
sustancias, estas son: alcohol y cigarros.
Al consultar sobre conocimiento de otros estudiantes que consumieran sustancias psicoativas y qué tipos, encontramos la presencia de toda clase de drogas, legales o no. Los que presentan adicción a este tipo de sustancias, han consumido frecuentemente hasta dos tipos diferentes.
Al
preguntar a los estudiantes que tipo de sustancias psicoactivas han consumido,
respondieron que:
alcohol (31%); cigarros (8%); marihuana (1%);chimó (3%); tranquilizantes (1%);
y otras sustancias (1%). 63% de los encuestados manifestó no
haber consumido ninguna de las sustancias anteriores. Los estudiantes que
respondieron haber consumido algún tipo de sustancia psicoactiva, indicaron que
sus motivos fueron por: emociones estimulantes (31%); influencia
de los compañeros (20%); ganar respeto (6%) y por otros
motivos (44%).
De la población estudiantil encuestada, 10% informó tener conocimiento de venta de drogas dentro del plantel, 86% dijo no conocer sobre ventas de drogas, y un 4% no contestó. Haciendo la división por área geográfica, 12% de los estudiantes de Petare contestaron que se venden drogas dentro del plantel y 6% en Catia.
Al preguntar a los adolescentes, ¿Conoces a otros estudiantes dentro del plantel que consuman drogas? 20% respondió que sí. Los tipos de drogas que consumen con mayor frecuencia los otros estudiantes son: alcohol (87%); cigarro (82%); marihuana (51%); chimó (14%); éxtasis (5%);tranquilizantes (8%); cocaína (6%); piedra (11%); crack (6%); otras sustancias (11%).
En Petare se presenta el doble de ventas de drogas en comparación con los planteles de Catia, además por zona geográfica se dan diferentes tipos de drogas. El consumo de marihuana en Petare triplica al que se produce en Catia. Otro caso es el del éxtasis donde, al parecer, sólo se consume dentro de la población estudiantil encuestada en Petare. En el caso de la cocaína, en Catia se consume el doble que en Petare.
Conducta infractora
El porcentaje de entrevistados que informaron tener conocimiento de robo entre estudiantes ascendió a 46%. La frecuencia de estos es: 24% roba constantemente y 71% ocasionalmente. Al hacer la clasificación por ámbito geográfico, 51% de los estudiantes son de Petare y 38% de Catia.
Al preguntar a los alumnos, ¿Conoces a estudiantes dentro del plantel que pertenezcan a una banda de malandros? 18% respondió afirmativamente; 79%no conoce y 3% no sabe o no contesta.Haciendo la misma pregunta a los docentes encontramos que: 23% manifestó tener conocimiento; 67% dijo noconocer y 9% no sabe o no contesta. Haciendo la división por ámbito geográfico, en Petare 30% de los docentes consideró que existen estudiantes dentro del plantel que pertenecen a una banda de malandros y en Catia 13%.
Infraestructura de los planteles
Al preguntar a los estudiantes, ¿Cómo cree usted que se encuentra la infraestructura del plantel? se encontró que 69% considera que las mismas están entre buenas y excelentes condiciones, mientras un 24% contestó que estaban en malas condiciones y apenas 6% en pésimas condiciones. Del personal docente y administrativo encuestado 71% consideró que los planteles están entre buenas y excelentes condiciones, y un 28% respondió que en malas ypésimas condiciones.
Al hacer la suma de las respuestas de los estudiantes cuya opción fue en excelentes condiciones y buenas condiciones por tipo de plantel, encontramos que: los colegios de Fe y Alegría reciben una calificación de 74%; los colegios de AVEC 87%; y los planteles públicos 64%. De los docentes y personal directivo que señalaron que su plantel se encontraba en excelente y buenas condiciones, 95% pertenece a Fe y Alegría, 96% a la AVEC y 62% a planteles públicos.
La infraestructura escolar deteriorada y con poco o sin mantenimiento da un mensaje simbólico de que el espacio en el que los estudiantes se apropian de destrezas básicas y se forman, se encuentra desordenado y descuidado. Esto propicia la poca identidad con la institución misma y se constituye en un factor psicológico de riesgo que contribuye a las múltiples condiciones para la violencia dentro del recinto escolar.
Los estudiantes aportan soluciones
Al preguntar a los estudiantes cuál era la solución para disminuir la violencia dentro del plantel, sus respuestas pueden clasificarse en dos grupos, a saber:
1) acciones de mayor control, vigilancia y castigo, 36%
2) acciones dialógicas, de acuerdos, de orientación y formación: 35%. El porcentaje restante se distribuye en respuestas en blanco, en mayor responsabilidad de parte de los profesores y otras menciones.
En relación al primer grupo de respuestas se evidencia que los mecanismos represivos van orientados a reforzar la vigilancia interna (por parte de profesores) y externa (por parte de policías), el ejercicio de la autoridad docente, medidas de sanción (castigos, expulsiones) y reglas más rígidas.
Estas medidas propuestas por los alumnos apuntan a fortalecer el imaginario que concibe a la escuela como un dispositivo escolar disciplinario. Las respuestas de los estudiantes han puesto de relieve dos modelos de educación, dos modelos de escuelas, dos concepciones de la vida. Es el debate entre la heteronomía y la autonomía. Entre el control y la libertad. Entre la represión y control versus el diálogo y la responsabilidad personal de los sujetos.
El primer grupo de respuestas apunta a la reproducción de las relaciones de poder que existen en nuestra sociedad: dominio-sumisión, vigilar, controlar, castigar. Por otra parte, desde esta postura toda la responsabilidad de solución siempre estará a cargo de otro, un adulto, nunca de parte de los protagonistas (activos y pasivos) de la violencia escolar. Sin la participación de los alumnos no habrá solución real del grave problema.
Mientras que el segundo grupo de respuestas giran en torno a fortalecer la autonomía de los sujetos, al diálogo, a la adquisición de herramientas para enfrentarse al problema de la violencia en el espacio escolar.
Las respuestas que dieron los estudiantes para solucionar la violencia son:
- Más vigilancia, más seguridad y policías (24%)
- Respeto mutuo y tolerancia (11%)
- Mayor comunicación hablar para solucionar los problemas (8%)
- Concienciar a los alumnos y profesores (8%),
- Charlas educativas, cursos, orientación y ayuda psicológica (8%)
- Expulsión de los alumnos (7%)
- Más autoridad profesoral (2%)
- Orden en el hogar (2%)
- Que los profesores cumplan horarios (2%)
- Obedecer a los profesores (1%)
- Más disciplina poner normas (1%)
- No contesta o no sabe (14%)
- No hace falta nada, no hay violencia (6%)
Cuando participa el
docente
Partiendo de las respuestas a la pregunta ¿conoce o ha participado en alguna experiencia que haya logrado disminuir la violencia dentro del plantel? se concluye que el personal docente y directivo tiene poco conocimiento de mecanismos efectivos de cómo abordar el tema de la violencia en las escuelas.
Solo se evidencian mecanismos preventivos para incidir en la violencia en las escuelas, lo que indica que existe un vacío institucional para hacer acatar las normas de convivencia en los centros educativos. Cabe destacar que los mecanismos preventivos muestran resultados a largo plazo, y la población estudiantil es de rápido tránsito en los planteles. En vista de la situación crítica que se vive en los colegios, tienen que existir algunos mecanismos eficaces que logren dar una respuesta en lapsos más cortos.
Los mecanismos que conocen o de los que han participado los docentes están centrados fundamentalmente en actividades como charlas o talleres, que en conjunto suman 36%, otro 8% en actividades de charlas a los padres y 6% en actividades culturales y/o deportivas.
Casi 40% de los docentes y personal directivo manifestó no conocer o no haber participado en actividades para la prevención de situaciones de violencia escolar.
Los porcentajes en detalles sobre las respuestas de los docentes son los siguientes: no conoce o no ha participado (39%); hablar con los estudiantes sobre valores, orientación sobre prevención en violencia (13%); hablar en clase y escuchar a los estudiantes (13%); otras experiencias (12%); talleres para alumnos, talleres en valores (9%); hablar con los representantes, trabajo con los representantes, fomentar la convivencia (8%); eventos deportivos, culturales y fomentar deportes (6%); psicopedagogía (2%); mejores medidas disciplinarias (2%); hablar con los estudiantes (Sexualidad, Familia) (1%).
La muestra de la investigación |
Dónde se auscultó
Se han tomado como zonas de estudios los dos municipios más
violentos del distrito metropolitano, según el Ministerio de Interior y
Justicia en su informe del 2008, los cuales son Petare en el municipio
Sucre y Catia del municipio Libertador.
El estudio se llevó a cabo en colegios de Fe y Alegría,
colegios de la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC) y en
planteles públicos. Estos tres conglomerados de centros educativos
forman parte del Sistema Educativo Público Nacional, ya que los dos primeros
reciben fondos públicos para su funcionamiento, en los cuales, a partir de
los resultados obtenidos, son mejores mantenidos en comparación con los que
administra directamente el Estado. Situación paradójica puesto que los
planteles de Fe y Alegría y la mayoría de la AVEC prestan servicio con menos
recursos que los planteles públicos.
El presente trabajo recoge los elementos más resaltantes de la
investigación, buscando comunicar la situación que se vive en los centros
educativos y brindar al lector una primicia sobre la investigación en trance
de culminación. Próximamente será publicado en su totalidad en la página WEB de la Fundación Centro Gumilla: www.gumilla.org. |
La gran diferencia
Los
testimonios de los adolescentes son variados y, algunos de ellos, revelan que
la tecnología se ha incorporado como un elemento adicional de la violencia. No
existe una motivación única ni necesariamente un argumento sólido que explique
los actos, pero suelen ser protagonizados por jóvenes provenientes de familias
disfuncionales
Para lograr entender los significados y los sentidos de la violencia en las escuelas, se realizaron entrevistas en profundidad a cuarenta y ocho estudiantes, pertenecientes a colegios públicos, colegios de AVEC y de Fe y Alegría, ubicados en Catia y Petare. A continuación se presentan algunos elementos resaltantes de los hallazgos del estudio.
La violencia en los estudiantes forma parte del estado de la sociedad, no es un hecho fortuito. Los adolescentes están inmersos en una sociedad violenta, la cual pertenece a su cotidianidad, en su viaje de ida y vuelta, de la casa al plantel.
Existe una clara identificación en la comunidad educativa de quiénes son las víctimas y los victimarios (tal como ocurre en los barrios caraqueños) pero existe un silencio cómplice, por acción u omisión, por miedo, porque se evitan las consecuencias, que pueden llegar a tener saldos fatales.
El hecho de estar en la escuela es asumido de diferentes maneras: están aquellos que tienen objetivos, metas claras, un grupo familiar que los respalda, que los quiere y les brinda valores. Y están quienes no gozan de tales ventajas. Los primeros parecen dispuestos a trabajar por frutos a largo plazo, conciben un proyecto de vida, el estudio lo definen como la oportunidad de desarrollarse como personas. Los últimos piensan a corto plazo, no estudiar, trabajar y en la mayoría de los casos, dedicarse a la delincuencia que les da bienes materiales y poder aunque sea un camino equivocado y donde, probablemente, no vean resultados porque están más expuestos a la violencia, a la muerte.
Los entrevistados parecen estar conscientes de que la violencia no conduce a nada positivo, ya que las consecuencias podrían ser mayores que los actos en los que se incurren. Sin embargo no logran escapar de ella y la justifican bajo el lema defensa propia.
La familia pone la marca
Para ningún entrevistado hablar de violencia estudiantil es un tema desconocido. Admiten que lo cotidiano entre los estudiantes, más allá de lo socialmente establecido como es estudiar o compartir con los demás, son los hechos de violencia. A pesar de lo frecuente y cotidiano de las acciones que se inician a diario, como un juego inocente, existen estudiantes que no comparten esta situación; por el contrario, huyen de la posibilidad de terminar involucrados. Pero también existen los grupos que lo practican con frecuencia.
Los estudiantes que acuden al plantel tienen vida personal que influye en su conducta. En los centros educativos visitados, algunos plantean relaciones difíciles con los padres, hermanos y otros familiares cercanos. Pocos aseguran vivir en un hogar constituido y con relaciones bien establecidas.
Así, en pocos casos los padres se muestran preocupados por sus hijos, por lo que hacen y cómo les va diariamente. Algunos aseguran que sus padres, cuando ambos existen, trabajan y llegan cansados, también han sido testigos de violencia doméstica, incluso de actos vandálicos.
Durante su traslado del plantel al hogar, al usar el trasporte público (jeep, por puesto, autobús) sufren –o protagonizan– manifestaciones de violencia y anarquía como empujones, amenazas, insultos, etc.
Por otro lado, el centro educativo al que asisten está dentro del mismo ambiente con el que se topan a diario, dándose casos de estudiantes que aseguran estar temerosos porque en cualquier momento pueden entrar pandillas al instituto.
“Aquí entran malandros del barrio cuando tienen problemas con alguien, pasan ese muro, está abierto, entran y se arman los líos… Se han calmado pero uno sabe que eso puede pasar cuando ellos quieran…si alguien de aquí tiene problema con ellos, seguro entran en cualquier momento…”
El estudiante es objeto de la influencia de la violencia en general y, en particular de la que existe entre su grupo de pares.
Acudir a un centro educativo no garantizará a estos estudiantes escapar de la violencia con la que habitan. Al contrario, el plantel es una extensión de su cotidianidad, con el adicional, de que con la institución establecen sentimientos que pueden revertirse.
“Aquí hay problemas pero uno quiere venir, están mis amigos, yo quiero este lugar, a veces pienso cuando yo me vaya de aquí va a ser triste porque qué voy a hacer…aquí se estudia y se echa broma…”
“A mí no me gusta estudiar, vengo porque me obligan, mi mamá quiere que yo saque el bachillerato pero aquí lo paso bien porque chalequeo, tengo mis panas…”
La violencia estudiantil que se da en los planteles representa, para los estudiantes que se han trazado metas a largo plazo, una conducta desagradable. Asumen que son situaciones que tienen que soportar como un paso dentro de su desarrollo y procuran la convivencia, la solidaridad, así como el lema hablando se entiende la gente.
“Son situaciones desagradables, para nadie es chévere eso, todos nos conocemos desde chiquitos y nos tratamos mal, todos hemos peleado, me imagino que cuando uno sale del liceo será diferente, quedará la violencia de la calle. Cuando yo tengo un problema converso con la persona le digo OK vamos a dejarlo de ese tamaño tu no vas a ceder y yo tampoco mejor no nos tratamos más…uno habla y si no se arregla, mejor dejarlo así…”
Los estudiantes que se muestran a favor de la violencia dentro de los liceos consideran que bajo esa modalidad van a recibir reconocimiento, liderazgo y respeto del resto de sus compañeros.
“Se sienten machos y apoyados, creen que se la están comiendo, humillan y someten a uno…”
“Uno se divierte, es por broma no por maldad, es para divertirse aquí dentro porque es aburrido, lo que pasa es que hay algunos que son llorones o chismosos…”
Aunque la terminología violencia estudiantil parece hacer referencia sólo a hechos entre los alumnos, existen casos aislados de agresión a profesores como ya ha sido reseñado y referencias a docentes que “pierden la paciencia y caen en el juego o en la provocación de quienes quieren pelear con ellos sólo para llamar la atención y a veces son los padres que vienen y quieren tragarse al profesor…”
Motivación para la violencia
Ante la interrogante de qué motiva los hechos de violencia, algunos entrevistados no parecen capaces de dar un argumento que explique las causas de la violencia. Por un lado, debido a que estos hechos ocurren de manera cotidiana, para algunos resulta una conducta normal. Por el otro, sin escapar a esa cotidianidad, señalan que no existe una motivación única ni necesariamente un argumento sólido que explique los hechos. Generalmente, la violencia es motivada por hechos intrascendentes, sin importancia.
En pocas ocasiones, según relatan los entrevistados, surgen por rencillas entre familias y que algún estudiante pretende hacer justicia, en especial, cuando ha habido hechos relevantes como una muerte o una violación.
Resulta importante señalar que, en la medida en que la violencia es más subida de tono, como por ejemplo, las riñas fuera del plantel, que se convocan al final del día, que cuentan con espectadores no sólo alumnos de diferentes grados de escolaridad sino peatones, alumnos de otros institutos e incluso, bandas que se ubicarán de un lado de los contrincantes, no sólo relucen armas (botellas, hojillas, cuchillos, pistolas) sino también la grabación de videos a través de los celulares. Todo esto forma parte de la diversión.
“Allí se reúne todo el mundo, es lejos del liceo, fuera del portón, uno va enterándose en el recreo, se va comentando que a la salida va a haber pelea, pueden ser entre hombres o entre mujeres… Las de mujeres son menos frecuentes pero se dan, se ve como feo, se rasguñan la cara con las uñas, se jalan el pelo, se dan patadas, se insultan y los hombres si se pegan duro, se dan puños, se rompen la ropa, se tiran al piso…a veces llaman a sus amigos malandros y se aparecen y es peor, pueden haber tiros, a veces están peleando y uno saca una hojilla, buscan siempre cortarle la cara para dejar marcado a la otra persona para siempre…yo veo eso pero de lejos, no participo, no me peleo…yo voy a ver, me gusta ver eso, después uno sale corriendo…me gusta porque uno, por maldad, les dice que peleen, uno se divierte y comen casquillos…todo el que tiene celular los graba y al día siguiente nos reímos y uno se burla de cómo quedó uno y el otro, de los golpes, uno lo pasa y lo vuelve a pasar…”
Están conscientes los entrevistados que este video y su profusa difusión tiene consecuencias: “A lo mejor el que perdió quiere la revancha y vuelven a pelear, se van a dar más duro, va a ser más peligroso y así el que perdió se quita la humillación…si vuelve a perder si está frito…nos reímos todos, a cada rato vemos el video, se hacen comentarios y esto al que perdió lo mantiene picado…es divertido…”. Para los violentos, ejercer la agresión a un violentado resulta un hecho peligroso, una aventura donde confluyen espectadores, fuerza física, habilidad, rapidez de acción, estrategia y, en algunos momentos, la presencia de armas, por lo general hojillas o bisturí (adicionalmente al daño físico que puedan generar en la otra persona, son un símbolo de poder).
“El hablar mal de otra persona, el simple hecho de no me cae bien, por la envidia o porque más de una persona se siente atraída por otra.”
“Las mujeres se pelean porque más de una quiere el mismo novio, porque se odian porque una sabe más que la otra o está siempre arregladita y ya le quieren caer a golpes.”
Por último, la violencia estudiantil resulta una referencia clara de la sociedad en la que se vive, los valores y objetivos de vida que el joven se plantea, así como las alternativas a las que éste puede o se plantea aspirar.
FICHA TÉCNICA Tipo de Estudio: exploratorio. Objetivos: examinar las manifestaciones de violencia en las escuelas públicas y privadas del municipio Libertador en la parroquia Sucre y en la parroquia Petare del municipio Sucre. Fecha del levantamiento: El trabajo de campo para el levantamiento de la información en las zonas de estudio se realizó a partir de la primera quincena del mes de noviembre del 2008 hasta la primera quincena del mes de febrero de 2008. Recolección de la información: se aplicó un cuestionario mixto a estudiantes cursantes de los grados 7mo., 8vo. y 9no. La selección de los estudiantes se realizó de forma aleatoria. Se entrevistó a una hembra y un varón de cada grado. En el caso del personal docente y directivo, de igual modo se aplicó un cuestionario mixto. La información de los colegios fue obtenida de los registros del Sistema de Gestión Educativa Nacional (SIGEDUN) del Ministerio del Poder Popular para la Educación. |
Jesús Machado / José Gregorio Guerra