Pocos libros como éste han alcanzado una resonancia tan amplia como para abrir los ojos a Europa ante la formidable arteria fluvial de nuestro Padre Orinoco. El libro tuvo un indudable efecto sobre los más diversos campos de la cultura en la Europa del setecientos. Aunque posteriormente se le acusara de excesivamente crédulo y perdiera estimación ante los científicos, en tiempos recientes el prestigio y actualidad del libro de Gumilla se ha recuperado de forma asombrosa.
Pero, además, el libro de Gumilla es un testigo de excepción en la reivindicación y defensa del territorio guayanés. El profesor español Demetrio Ramos ha ido más allá al afirmar que Gumilla fue el primero que pensó en la defensa del Orinoco y el primero en exigir un esfuerzo serio para abrir las maravillosas tierras de Guayana. Así viene a ser Gumilla el Heraldo de los desarrollos actuales.
Si Gumilla ha sido calificado como el descubridor intelectual del Orinoco, debería ser también calificado como uno de sus más grandes defensores y propagandistas. Más aún, como uno de los precursores de la venezolanización del Orinoco. En el tiempo en que Gumilla escribía su obra, la Provincia jesuítica de Guayana pertenecía al Nuevo Reino de Granada. Por razones geográficas y por dialéctica comunicacional, Gumilla exigía una vez más lo que los Jesuitas venían visualizando desde el siglo XVII. Ya para 1665, el genial Padre Antonio Monteverde había propuesto que se considerara a la Orinoquia como un organismo unitario que tuviera su centro en Santo Tomé de Guayana, con el debido apoyo de una residencia en la isla entonces hispana de Trinidad.
Con esta idea se pretendía evitar el disparate geográfico y de transporte que suponía la dependencia de esta región por arte de Bogotá. Los Jesuitas que venían de Europa a las Misiones del Orinoco estaban ligados a desembarcar en Cartagena, remontar luego por el Magdalena hasta la sabana de Bogotá y desde allí penetrar por la vía de Tunja y los Llanos hasta el Meta y el Orinoco.
Desgraciadamente, este proceso no pudo ser llevado a cabo por los Jesuitas. Su expulsión por Carlos III de los dominios españoles y la posterior supresión papal de la Orden lo hicieron irrealizable. Más tarde lo emprenderían las fuerzas geopolíticas que condujeron a la fundación de la Capitanía General de Venezuela en 1777.
Por Hermann González, s.j.