Crónica de la esperanza
En dos días se dieron cita, durante el encuentro Constructores de Paz, más de treinta experiencias en diversas áreas: todas revelan empeño y firmeza en la formación –a veces en la reformación− de individuos para el bien
Ponencia del Encuentro Internacional de Constructores de Paz 2010
Precisamente porque la paz significa quehacer cotidiano, es decir, lucha en el día a día, las palabras de García Velutini encontraron el eco preciso: la paz no se consigue en la anomia o en la indolencia, sino en la lucha constante. Eso fue lo que se vivió durante dos días en el encuentro Constructores de Paz, y un comentario de uno de los sacerdotes que asistió a todas las experiencias a las que le fue posible asistir –hay que tener en cuenta que hubo diez mesas funcionando al mismo tiempo− lo puso de esta manera: la gente que llegó allí no fue la misma que habría de salir después de haber visto a coterráneos de todas partes del país involucrados en cometidos semejantes. Se dieron cuenta de que no andan solos por la vida. Del encuentro salió fortalecida la noción de unidad, la voluntad de trabajar y apoyarse mutuamente en red. Y si no es así, los esfuerzos tendrán que ser mucho mayores y algunos de ellos se perderán, irremisiblemente, en el vacío.
Fueron testimonios lo que la gente dejó allí, entre las paredes del Aula Magna del Centro Loyola o en las aulas donde se congregaron las diversas mesas de discusión. Testimonios que van desde una mujer maltratada que logró superar su condición de víctima con apoyo de la ONG Una luz frente a la violencia y al maltrato, hasta la experiencia múltiple, internacional y enriquecedora de Carlos María Beristain, médico vasco experto en derechos humanos, asesor de varias comisiones de la Verdad en países latinoamericanos y perito para la evaluación psicosocial y médica ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
Las diez mesas se nutrieron de gente, aunque hubo algunas más concurridas que otras: Construcción de paz en las cárceles; Caminos para la paz en centros educativos; Construcción de convivencia en comunidades de barrios urbanos; Diálogo en medio de la polarización política; Niños, niñas y jóvenes constructores de paz; Rutas para la superación de la violencia doméstica; Construcción de paz en zonas fronterizas; Violencia y paz en medios de comunicación; Urbanismo para la paz y la convivencia y Construcción de seguridad ciudadana desde la perspectiva de los derechos humanos fueron los foros temáticos y en cada uno se expusieron al menos tres experiencias, con la excepción del último que se fundamentó en una propuesta para el desarme que presentó la socióloga Josbelk González a nombre del Centro para la Paz y los Derechos Humanos de la Universidad Central de Venezuela (ver pág. XXX de este número). La mesa de medios de comunicación también fue una excepción pues, aunque se presentó el caso del grupo conciliador Los del medio, resultó más bien una discusión –fecunda y amena, por lo demás− en torno al fenómeno de la polarización exacerbado por los medios.
Aun cuando no es la intención describir los pormenores de las dos jornadas (viernes 28 y sábado 29 de mayo), he aquí las palabras de una estudiante de Comunicación Social, sintetizando el clima que se vivió y la convocatoria multitudinaria que caracterizó ambas jornadas (debe acotarse que en la tarde inaugural la capacidad del Aula Magna se vio sobrepasada y hubo que traer sillas adicionales debido a la cantidad de gente arremolinada en sus pasillos):
En la tarde del viernes llegaron a la UCAB personas de diferentes edades y nacionalidades, adultas, jóvenes, monjas: todos acompañados de su identificación en el pecho y una carpeta que contenía el itinerario y los folletos relacionados con el encuentro. Al entrar a la sala eran bienvenidos con música alegre y poesía jocosa de la banda Los hermanos naturales, quienes recibieron luego numerosos aplausos y risas por parte del público. Luego de casi treinta minutos de retraso dieron apertura al evento las palabras de monseñor José Luis Azuaje. Su primera reflexión fue la del amor, el amor a la vida, a la libertad y por Venezuela.
Fue un encuentro de pequeñas grandes experiencias pues, como dijo Gilber Caro –ex condenado a prisión, dirige ahora la ONG Liberados en marcha−, “las cosas pequeñas son las que hacen grande a este país”.Del golpe a la dignidad
Pero ya no es ni tan pequeña la ONG de Katherine Martínez e Hilder Hernández, pues, al cabo de dos años de trabajo incesante, las dos abogadas atienden unos 300 casos de mujeres maltratadas en sus hogares. Por cierto, no cobran nada por la atención, por los desvelos, por los trámites legales a que haya lugar en cada caso. Sus principales instituciones aliadas son Amnistía Internacional y el Instituto Nacional de la Mujer (Inamujer). Claro que las cosas podrían funcionar mejor en el andamiaje estatal de protección a las víctimas de violencia doméstica, pero al menos hay una Ley adecuada. Algo es algo.
La organización Una luz contra la violencia y el maltrato fue protagonista de la mesa sobre la violencia doméstica. Sin duda, una experiencia que reclama la paz en un lugar fundamental de la sociedad: el seno familiar. Con 23 años ejerciendo el Derecho, Martínez siempre tuvo esa vocación por lo social. Los líderes de las experiencias que concurrieron a Constructores de Paz tienen ese detalle en común: no nacen de la noche a la mañana, se van moldeando poco a poco pero siempre hay un ductor en sus vidas que les anima a profundizar, a perseverar, superar escollos y frustraciones. En este caso fue, sin duda, el padre Olazo, su primer profesor en la UCV en la materia Introducción al Derecho. Pero su familia y el Buen Jesús, según su relato, también pusieron en ella su semillita. “Siempre pensé que tenía que poner mi carrera al servicio de quienes menos tienen”, dice ahora Katherine.
Quiso crear esta organización con la ex directora de Atención a las Víctimas de la Fiscalía General de la República, Hilder Hernández. Hilder vio durante mucho tiempo cómo llegaban los casos a la Fiscalía y el ente no daba más de sí para atenderlos. Hilder se jubiló joven y quiso hacer este trabajo voluntario, de modo que abrieron esta ONG en el despacho que tiene Katherine precisamente frente a la Fiscalía, en la avenida Urdaneta. El equipo lo constituyen tres abogadas más una trabajadora social y una psicóloga que colaboran voluntariamente, o sea, sin recibir (tampoco) salario alguno. Katherine no diría que hay una legítima preocupación en los órganos oficiales por este problema; antes bien, ella observa que la preocupación se ha quedado en Ley y fachada, pero no hay constancia ni voluntad para apoyar a las mujeres que se encuentran en esta situación. Los tribunales no funcionan como debe ser ni hay un servicio de calidad. A pesar de que hay fiscalías especializadas en violencia, de una Ley que en efecto no tienen otros países, echa en falta algo fundamental: “En Venezuela lo que hace falta es amor, servicio; que realmente te importe la gente”. No basta la estructura; se necesita gente comprometida con la situación. Katherine dice que hay que construir paz trabajando en redes, y siempre hay excepciones, pasadizos por los cuales introducir una luz de esperanza: “Hay muchísima gente buena en dependencias estatales con las cuales estamos trabajando. Claro que hay que exigirle más al Estado”.
Vale la pena. Para ella ha valido la pena esta experiencia con dos años de logros. Una de las mujeres que llegó un día a pedirle consejo, fuerza y protección legal estaba esa misma mañana del sábado 29 de mayo explicando su caso ante una audiencia. No quiso que le tomaran fotos, pero allí estaba ella, contándolo todo, desde el principio hasta el final del drama, para que otros aprendieran y tomaran conciencia. Cuando llegó por por primera vez ante Katherine era una mujer encorvada sobre sí misma, con su dignidad perdida. Este sábado veía a la gente que la escuchaba cara a cara.
Hilder y Katherine han dispuesto una sala del despacho en la avenida Urdaneta para que las víctimas hablen entre sí. Eso es una buena terapia: compartir experiencias es importante. Y con ellas organizan talleres, para que se reinserten en el mundo laboral. La ONG ha logrado que mujeres en posiciones ejecutivas ayuden a estas otras.El aula y la familia
Luisa Pernalete, Carlos Meneses y Gloria Perdomo estuvieron en mesas distintas pero tienen en común un trabajo y una preocupación: niños y adolescentes. Perdomo, quien habló de construcción de convivencia en Petare, piensa que la educación es la que puede salvar el futuro. Pero atención:
Cuando la madre tiene un nivel de precariedad enorme, ¿qué puede aportar a la familia? No existe un Estado en términos de inclusión. Ese niño que logramos meter en las aulas, que tiene derecho a la formación: ese muchacho se salva. Muchas escuelas excluyen y debemos pelear con esas escuelas. Hay algunas donde no conocen la realidad. Para hacer el cambio, las comunidades deben estar dentro de las escuelas. Son muchos los niños que se han salvado por las buenas experiencias.
Pernalete, del Centro de Formación e Investigación de Fe y Alegría en Ciudad Guayana, despliega un discurso pedagógico que le permite mantener en vilo a su audiencia cuando habla. La paz, opina, hay que desearla:
Eso todavía no lo tienen muy claro los docentes. Estamos en un ajetreo permanente y no nos damos cuenta de que inhalamos mucha violencia y además la estamos devolviendo. Es mi percepción. ¿Qué pasa? Que cometemos muchos errores en nuestras prácticas pedagógicas. Llevo 25 años en Fe y Alegría y nunca había oído los cuentos que he escuchado en los dos últimos años. Veo a las maestras agobiadas. Veo en la práctica que no nos estamos dando cuenta de lo que pasa y, en términos generales, le echamos la culpa a la familia. Es decir, tenemos una especie de voleibol y mientras tanto la violencia sigue creciendo en las escuelas. Las escuelas han dejado de ser un lugar seguro: hay muchachos con armas, involucrados en delitos, alumnas que se enamoran de pandilleros. Eso ocurre. Por eso ensayamos una propuesta formativa para que podamos convertirnos en promotores de paz. Una de las cosas que hacemos es ayudar a que la gente pueda descubrir la violencia que ha recibido y la que está generando. Desde luego, también ha recibido paz y la puede generar también, lo que pasa es que la violencia siempre habla más duro.
La propuesta formativa va dirigida a madres pero también a maestros y maestras. Allí se habla del triángulo de la violencia: victimario, víctima y testigo. Pernalete cuenta que, en un aula de 19 muchachos en la que se hallaba de visita en Barquisimeto, preguntó cuántos habían visto armas de fuego directamente: diez de ellos; cuántos habían visto cadáveres: diez de ellos. Y todos levantaron la mano cuando les preguntó si habían escuchado tiroteos en su comunidad. Por eso habla de los testigos como víctimas, también, de la violencia. Hay que contar con cifras concretas para no presumir lo que está pasando, sino saberlo; lo otro es la necesidad del ensayo. Porque hay muchas cosas escritas pero que simplemente son deseos. Se habla, por ejemplo, de la necesidad de aprender a convivir. “Pero cómo hago yo cuando tengo a la mitad de mis alumnos, de 12 años, que ya han visto cadáveres frente a su casa, y drogas y drogadictos, y han sufrido violencia intrafamiliar. Esa es la realidad”.
Esa realidad a la que alude Pernalete, pero en relación a Caracas, es lo que la pareja Carlos Eduardo Meneses-Gabriela Arenas quiere que los niños expresen en sus pinturas, como para sacarles esos demonios con colores vivos o funestos del cuerpo y así puedan entenderse mejor ellos mismos y lidiar con el entorno hostil. Carlos y Gabriela fundaron TAAP (Taller de Aprendizaje para las Artes y el Pensamiento). Pero lo de la pintura no basta. Por eso integran a los padres y representantes, a la comunidad en general y a las instituciones del poder local en un cruce de acercamientos e intercambio.
Mediante dibujos o pinturas o manualidades, los pequeños se revelan desde adentro y acusan, aun sin querer, al entorno violento. Incluso un garabato sobre la hoja de papel es revelador. TAAP tiene la asesoría de sicólogos pues Carlos Eduardo se limita a lo que sabe, que es transmitir herramientas desde su condición de artista plástico; su tarea es hacer que los niños, expresándose de diversas formas, saquen lo que no sacan ni en casa ni en la escuela. A lo mejor no saben que el color rojo representa fuerza, tenacidad, sangre o muerte; pero cuando aprenden el valor del color, se dan cuenta de sus posibilidades de expresión. TAAP actúa, sobre todo, en el colegio Mano Amiga, donde hay 270 niños en primaria y secundaria. Carlos aprovechó el caso de Amina –una joven nigeriana que estuvo a punto de ser lapidada por cometer adulterio, pero la presión internacional logró impedir su ejecución− para mostrar a sus alumnos cómo pueden ser críticos ante los sucesos; así comprenden que guardan un pensamiento propio capaz de evaluar lo que pasa en sus propias comunidades.
TAAP conecta instituciones educativas y comunidades, como se anotó antes. Los niños plantean problemas en clase, y Gabriela y Carlos Eduardo pactan reuniones entre grupos comunitarios (por ejemplo, representantes de consejos comunales) y autoridades. En un mural −expuesto con ocasión de Constructores de Paz en el Centro Loyola− había una foto de una reunión en la Alcaldía de Baruta para plantear el tema del dengue. Por otra parte, TAAP desarrolla talleres para padres y representantes: “Queremos que siempre haya conexión. Cuando hicimos esta fundación, fue pensando en las necesidades que tienen los demás. Disfrutamos haciendo este trabajo”.
María Alicia Cepeda, por su parte, también busca en la práctica del GOF la proyección de la escuela hacia la comunidad y viceversa. En esa onda andan, en mayor o menos grado, todas las experiencias del área educación que se dieron cita en el encuentro de la UCAB. El GOF es, por mayores señas, el Grupo de Orientación Familiar. El de María Alicia nació en mayo de 2003 por la necesidad de incidir en las propias casas de los estudiantes de la escuela Fe y Alegría que se encuentra al noroeste de Maracaibo, en un sector muy marginado y de difícil acceso. La matrícula marca unos 760 alumnos desde primaria hasta noveno grado. Esto del GOF fue iniciativa del director, José Chirinos, quien tiene la convicción de que familia y escuela deben actuar juntas en el acto de educar. “Es una responsabilidad compartida”, como dice María Alicia. DIENTE O VENTANA:
En estos días que llevo entre ustedes, me han preguntado varias veces si yo creo que es posible construir la paz. Después de lo que hemos compartido en este ratito de tiempo, soy yo quien me atrevo a preguntarles: educar conductas asertivas, una conducta que sepa responder con eficacia y justicia ante cualquier situación, ¿no les parece que es construir una conducta de paz?
Ángela Muñoz
Otras experiencias
Aunque no fue una experiencia voceada en alguna mesa, la de Luisa Vásquez –casada, tres hijos, nacida en Puerto La Cruz− merece reseñarse porque se debe al programa FOCO, una iniciativa del Centro Gumilla que también siembra paz al empoderar a vastos sectores de la población en los más diversos puntos geográficos del país; en concreto, allí donde hay escuelas Fe y Alegría. Luisa vive en Las Parcelas de San Joaquín (Anzoátegui) desde hace once años, es maestra y forma parte del consejo comunal de su comunidad. Eso es cerquita de Anaco, pero en realidad por esos lares nada queda de verdad cerquita porque las distancias son más bien largas y el transporte público es deficiente o no lo hay. “Ese consejo comunal ha presentado varios conflictos”, anota refiriéndose al suyo. “Está actualmente en periodo de adecuación y hasta ahora solamente ha hecho un proyecto”. Luisa quiere que sus compañeros del consejo se incorporen al programa FOCO, que le llegó a ella a través de la Escuela Técnica Agropecuaria Fe y Alegría. Ya se organizó un taller de elaboración y formulación de proyectos, en equipo. Antes, la Alcaldía les había suspendido la “baja de recursos” por no haber formulado propiamente un proyecto.
Luisa anda entusiasmada con FOCO: ha ido de su mano a comunidades de San Joaquín, Anaco y parte de Cantaura. Cuenta que ha habido una avalancha de gente pidiendo entrar en los cursos o talleres, pero ella dice que eso hay que llevarlo poco a poco para que la gente “no se indigeste”, porque eso es como darle comida a alguien que ha sufrido toda la vida de desnutrición. “Yo uso mucho las parábolas. Me gusta hablarles en un lenguaje que entiendan. Ellos tienen esperanza”. Incluso los muchachos de la Misión Sucre, como los llama ella, la han buscado para hacer talleres. Luisa dice que es muy bonito eso: que cuando uno ofrece una herramienta para aprender, haya gente que espontáneamente la busque. Hasta el momento, unas cien personas se han beneficiado de FOCO por esa zona del estado Anzoátegui. Ella, en todo esto, observa una ventaja para trabajar con la gente: “Es que los docentes de Fe y Alegría tienen esa espiritualidad, esa chispa que le llega a las personas. Ellos demuestran que no sólo de pan vive el hombre; también vive de la palabra de Dios. Y si llevamos aquella alimentación del conocimiento más la espiritual, estamos hechos, como quien dice”. Ella escuchó las charlas sobre la violencia de género en la mesa respectiva y quiso llevar esa experiencia a su comunidad pues, según cuenta, allá se ven muchos casos de agresiones domésticas y eso se refleja en los niños.
De modo que ese espíritu de unidad, de red, de intercambio, comenzó a tomar forma desde el final del mismo encuentro. Seguramente Luisa se llevó unos números y unos correos anotados.
También se lleva experiencias para contar a sus alumnos una de las líderes de la ONG Unión Vecinal para la Participación, Zoraida Pacheco, expositora en la mesa Diálogo en medio de la polarización política. Esta organización comenzó con un par de buenos vecinos (Williams Requejo y Roblo Rivero Cardona, ya fallecido) en la calle Colombia, de Catia, en 2002. Allí, en su sede se imparten seminarios y talleres. Zoraida es profesora jubilada y el paro petrolero la pescó en una empresa oficial. Salió de allí y comenzó a participar en Unión Vecinal. En estos momentos, la ONG apoya en su formación a integrantes de consejos comunales sobre todo en materiales tan pertinentes como resolución de conflictos, ciudadanía, contraloría social. Hay en desarrollo un programa de gerencia comunitaria, con el apoyo del Ildis (Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales): ocho secciones de 16 horas cada una, con personal universitario que difunde sus conocimientos sobre sociedad civil, participación ciudadana, trabajo en equipo, liderazgo comunitario, elaboración de proyectos para el desarrollo social y manejo de conflictos. La idea es convertir al vecino común y corriente en un gestor en el área comunitaria. Así también se construye paz.
La campaña de entrega voluntaria de armas nos permitió recoger 500.000 armas en todo el país. Fueron destruidas. Eso hizo que hubiera cierta conciencia por parte de la población de los riesgos que significa tener un arma.
Sebastiäo Correia Dos Santos, de Viva RioLo que queda por fuera
Invalorables experiencias se vivieron durante los dos días del Encuentro, imposible reseñarlas todas. Para siguientes números de SIC quedan las exposiciones de Carlos Martín Beristain, con una amplia actividad en derechos humanos en escenarios tan complejos como Guatemala, El Salvador, Colombia, México, Brasil, Perú o Ecuador; y la de María del Carmen Muñoz Sáenz, quien habló sobre el compromiso de la Iglesia católica a favor de la paz en Colombia. Pero también quedó por fuera gente como Livia Montes, del cine club Waleker. Más que representar al cine club, ella en sí misma es el cine club: comenzó llevando documentales y películas que conseguía en la Dirección de Cine del Conac para aliviar el ocio y la miseria diaria en los presidios criollos, y ha terminando haciendo cortometrajes con los internos. De hecho, llevó al Encuentro el cortometraje Aquí empezó todo como producto de uno de sus trabajos colectivos. Así también se construye paz, conviviendo durante semanas con los olvidados de la sociedad, enseñándoles a actuar, a grabar, a iluminar; incluso, los guiones surgen de sus propias historias personales. La cara vivaz de Livia ilustra la portada de esta revista como símbolo del país posible.
*Miembro del Consejo de Redacción de SIC.
Sebastián de la Nuez
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