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Agencia Red de Acción Social - Temor, frustración y rabia son tres de los sentimientos que invaden a los estudiantes del liceo Virginia Ruiz, ubicado en Catia. Varios niños vestidos con el uniforme de la escuela Pedro Emilio Coll, del mismo sector, esperan en la salida para enfrentarse a ellos. Lanzan botellas hacia dentro del colegio anunciando su llegada.Cuando ya no pueden esperar más, los alumnos del Virginia Ruiz salen. Pasan horas golpeándose unos a otros. De regreso a casa, se reúnen en lo que denominan la plaza La Barquilla. Allí siguen agrediéndose con cuchillos y navajas, se cortan los brazos y se roban las pertenencias entre ellos mismos.Cuando están cerca de sus hogares muchas veces se encuentran con varios hombres, pertenecientes a diferentes bandas, armados y traficando drogas.
Es así como funciona la violencia cotidiana en la vida de muchos estudiantes.
“La violencia no se encuentra lejos ni en los alrededores de las instituciones educativas, sino también en su propio seno”, según el Estudio sobre la Violencia contra los Niños, Niñas y Adolescentes en Venezuela, elaborado en marzo de 2005 por el Centro para la Paz y los Derechos Humanos de la UCV , y por la ONG de promoción y defensa de los derechos de la niñez y la adolescencia, Cecodap.
La situación de las escuelas de Catia permite ver que el uso de armas blancas y las agresiones tanto físicas como verbales han pasado a formar parte fundamental del desarrollo de un niño, pues ellos tienen que buscar la manera de “hacerse respetar” para no ser los “gallos” ni los “nerds” del salón, sino más bien los “populares”. Estos últimos se valen de la condición o la circunstancia de algunos niños para divertirse a costa de ellos, acosarlos y discriminarlos. Esto va generando frustración en los agredidos, hasta que ocurre un proceso de explosión que los lleva a la violencia por venganza.
Del total de homicidios registrados en el país en 2004, 11% tienen como víctimas a niños y adolescentes. Ese año la cifra fue de más de 9 mil delitos, mientras que el año anterior había sido de 8 mil 500, y en 2003 de un poco más de 6 mil, según los datos que maneja el Informe Alternativo ante el Comité de los Derechos del Niño, realizado por Cecodap en 2007. Esto significa que cada año hay aproximadamente mil delitos más que el año anterior.
Sin embargo, en el ámbito escolar esto ha cambiado. En muchas páginas de Internet circulan videos capturados con cámaras de celulares en los que son las niñas de Caracas las protagonistas de las peleas colegiales. Con faldas cortas y medias hasta las rodillas, se les ve tirándose por los cabellos y rasguñándose las caras. De fondo, se escuchan los gritos de los compañeros de clase, quienes las animan a seguir peleando como si de un espectáculo se tratara.
El mal también se contagió a los colegios privados, de congregaciones religiosas, ubicados principalmente en el sureste de la ciudad. Hace pocos meses, un estudiante del Instituto Cumbres de Caracas , ubicado en Santa Paula, dejó herido a un alumno del colegio San Ignacio de Loyola, por lo que éste último pasó varios días interno en una clínica con lesiones graves, tras una pelea por una niña.
Para Oscar Misle, director y coordinador del programa Creciendo Juntos de Cecodap, “la solución está en realizar un trabajo pedagógico más efectivo que las sanciones, revisar la dinámica dentro de las familias de los estudiantes y evaluar cómo se solucionan los conflictos en los hogares de los niños”. Misle considera fundamental que, cuando se presenten problemas dentro de las familias, se establezcan acuerdos y se escuchen los argumentos de cada una de las partes.
Otra salida que ve el representante de Cecodap a la violencia escolar es la apertura de espacios para que los estudiantes conversen acerca de lo que viven en sus casas y escuelas, de manera que sientan que forman parte de la solución y que están siendo tomados en cuenta para que haya un cambio de actitud en ellos.
Asimismo, el informe anual realizado por Provea entre octubre de 2003 y septiembre de 2004, denominado Situación de los Derechos Humanos en Venezuela, considera que una de las principales fuentes de la violencia dentro de las escuelas es el problema estructural en las mismas instituciones educativas, que va desde deterioro de la infraestructura hasta ausencia de profesores.
