La investigadora Gloria Perdomo desglosa el problema de la violencia escolar en Venezuela desde los afectados, revelando una realidad que disminuye la calidad de vida y las relaciones sociales
En el texto que forma parte de la colección Temas de Formación Sociopolítica del Centro Gumilla se analiza la situación de violencia en los planteles educativos con base en cifras e investigaciones reconocidas.
Aunado a esto, la autora Gloria Perdono presenta un marco legal de los Derechos de los niños y adolescentes y un conjunto de estrategias para enfrentar uno de los males que aquejan a las instituciones educativas en el país.
Gloria Perdomo es la directora de la Fundación Luz y Vida e integrante del Foro Propio Miranda. En sus investigaciones suele destacarse por tratar el tema del derecho del niño y de adolescente. La autora también posee una licenciatura en Educación y un doctorado en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela.
Tema de Formación Sociopolítica 48: Violencia en las escuelas
Índice
Introducción
Capítulo 1. La Escuela amenazada. La violencia llega a los centros educativos
Capítulo 2. La Violencia en la Escuela es Prevenible y puede ser Detenida
Capítulo 3. Promoviendo escuelas seguras, libres de la violencia escolar
Capítulo 4. Política Pública Nacional para la prevención de la violencia en centros educativos
Escuelas libres de violencia
A continuación un resumen sobre el libro Violencia en las escuelas, una de las contribuciones significativas del Centro Gumilla para el análisis de temas de interés público en la actualidad
Gloria Perdomo
Ciertamente, dada la falta de cifras oficiales, es difícil ofrecer un diagnóstico completo y preciso del problema de la violencia en las escuelas venezolanas. Sin embargo, quien frecuente o participe de la vida escolar en cualquiera de las regiones del país, podrá reconocer algunas de las diversas manifestaciones de esa violencia que crece y se desarrolla sin que sepamos cómo surge y el por qué de su rápido incremento. Recurriendo a las investigaciones y amplia experiencia de diversas instituciones de la sociedad civil, es posible afirmar que la violencia no sólo llegó a nuestras escuelas sino que se instaló allí y amenaza con arrebatárnoslas de las manos.
El Centro Gumilla, vale la pena destacar, desarrolló entre 2008 y 2009 una investigación dirigida a conocer si los estudiantes y profesores de liceos públicos y privados de Catia y Petare habían presenciado hechos violentos en los planteles donde estudian. De sus principales hallazgos es posible derivar algunas pistas que nos permiten comprender los significados y las causas de la violencia en las escuelas, documentando una realidad que se agrava en distintos sentidos. El principal aporte de esa investigación es el de hacer visible el punto de vista de los afectados en las situaciones de violencia escolar, revelando una realidad aparentemente oculta e inadvertida que afecta sensiblemente la calidad de vida, las relaciones sociales y deteriora considerablemente las capacidades de las escuelas para el logro de los fines educativos.
Esta violencia escolar aparece en un momento particularmente complejo para la sociedad venezolana en el que crece la inseguridad, se deteriora la convivencia y es cada vez mayor la victimización de niños, niñas y adolescentes por hechos violentos que ocurren en lugares que concebimos como entornos seguros para promover su desarrollo: en las familias, en las comunidades, en las instituciones que deberían asegurar su protección. Frente a estas realidades, particularmente en comunidades signadas por la pobreza y la exclusión, es notoria la precariedad de instituciones y servicios públicos garantes de la seguridad pública. Parece avanzar y ganar terreno ese proceso cultural que se cultiva forjando el miedo, el resentimiento y la agresión: se alimenta de la impunidad, la resignación y la impotencia. Es innegable cómo paraliza y transforma las relaciones entre las personas, las rutinas, los acuerdos sociales. Todo se reacomoda para estar a resguardo, para no exponerse al peligro o poder sobrevivir.
Violencia en las escuelas es una nueva contribución que el Centro Gumilla aporta a la sociedad venezolana en un trabajo de sistematización en el que compartimos un conjunto de reflexiones y propuestas sobre los desafíos culturales y organizativos que implica la violencia en los centros educativos. Dada la complejidad de los hechos y procesos de violencia, entendimos que era imperativo un momento de reflexión para intentar comprender sus causas, consecuencias, y los factores que inciden en su reproducción.
Se trata de un trabajo que tiene clara la prioridad de buscar salidas, identificar propuestas realizables, adecuadas para detener y prevenir la violencia escolar en sus distintas manifestaciones. Por ello, en lugar de abundar en el examen de los hechos y profundizar en su caracterización, el principal esfuerzo se orienta a concluir y proponer que a pesar de la gravedad y complejidad de la situación es imperativo sobreponernos y reaccionar pues lo que está comprometida es la vida, la calidad de la convivencia, la posibilidad de preservar los fines sociales de la educación. Todo el análisis que exponemos se inspira en afirmaciones fundamentales como las que propone Unicef en su estudio mundial sobre la violencia hacia los niños y las niñas: “Ninguna forma de violencia contra niños y niñas es admisible”, “La violencia contra la niñez es prevenible y se puede detener”.
El trabajo que aquí se comenta es el número 48 de la Colección Temas de formación sociopolítica. El primer capítulo resume y expone las investigaciones y proyectos sociales que actualmente adelantan organizaciones sociales como la Fundación Centro Gumilla, Cecodap, Fe y Alegría, TAAP, Fundación Luz y Vida, Fundación Gizeh, Universidad Católica Andrés Bello, el Observatorio Venezolano de la Violencia Escolar y la Universidad Nacional Abierta. En un segundo capítulo, exponemos las principales conclusiones y recomendaciones del Informe mundial sobre la violencia contra los niños y niñas (ONU, 2006), para afirmar que la violencia escolar es prevenible y puede ser detenida. En el tercer capítulo analizamos una serie de propuestas sobre lo que las instituciones educativas podrían hacer, desde el contexto escolar, para promover el desarrollo de comunidades de aprendizaje que formen para la justicia, la protección de las personas y para apoyar en la construcción de la paz. Un último capítulo exhorta sobre la urgencia de promover políticas públicas para la prevención y erradicación de la violencia escolar, proponiendo diez lineamientos de los que se enuncian estrategias y acciones que deberían ser emprendidas para concretar, en realidades, la protección y seguridad en los centros educativos afectados por situaciones de violencia.
Se trata de un estudio que busca contribuir, que demanda el compromiso de todos, de los más diversos grupos y sectores, para afrontar esta difícil situación en la que es indiscutible la prioridad de un trabajo conjunto y compartido, para que sin equívocos y con claridad de propósitos entendamos que no pueden existir límites o diferencias para un trabajo de formación social y solidaridad que no puede seguir siendo postergado. Según lo decimos en el texto:
Es preciso que los distintos liderazgos del país coincidan en este llamado a detener la muerte, el hostigamiento y la agresión hacia y entre niños y adolescentes del país. La estadística es inequívoca: quienes están muriendo son los varones adolescentes y jóvenes, por lo que está siendo afectado nuestro futuro, y está creciendo una generación para la cual el aprendizaje moral esencial surge de la vivencia del miedo, la sumisión al poder de la violencia, el resentimiento y el dolor (pág. 54).
Las leyes y normativas nacionales e internacionales exigen decididamente políticas públicas, planes y acciones que garanticen la protección y seguridad de la niñez. Las instituciones, servicios y responsables han sido reiteradamente advertidos y convocados; la prioridad de construir una cultura de paz y de resguardar a la población vulnerada y vulnerable ha sido ampliamente demandada. Lo que resta, entonces, es movilización social, convicción acerca de lo ineludible e imperativo de nuestro aporte para exigir que se materialice la voluntad política y el cumplimiento del deber de corresponsabilidad del Estado, las familias y la sociedad. Sólo así será posible transformar las realidades de la violencia y rescatar el entorno escolar como espacio seguro para que los niños, niñas y adolescentes puedan ser formados en el ejercicio y protección de sus derechos.