Situación de Venezuela
Estamos viviendo una situación muy difícil, incluso podemos decir, que muy delicada. La dificultad de la situación resulta del cruce de un problema político con otro económico.
1.- PROBLEMA ECONÓMICO
1.1 Déficit de capitalistas en un sistema capitalista
El mayor problema del país a largo plazo, ya que condiciona la posibilidad de resolver cualquier otro, es la falta de una clase capitalista, es decir que se arriesgue en empresas económicas y sea capaz de gerenciarlas de manera competitiva obteniendo ganancias por su productividad. Según un acucioso estudio del economista Asdrúbal Baptista, en el país sólo hubo productividad positiva del año 1960 a 1973. Las ganancias de los demás años fueron obtenidas exclusivamente por ventajas obtenidas del gobierno por la vía del clientelismo o a través de su política de incentivos directos o indirectos para sustituir las importaciones, o bien por los márgenes excesivos de ganancias en un mercado no competitivo. Desde los años ochenta y hasta el día de hoy, al no solucionarse el problema de la productividad y al disminuir o cesar los incentivos del gobierno y abrirse el país a la competencia internacional y al comenzar a sentirse la presión fiscal, un número muy alto de propietarios de empresas y sobre todo de grandes empresas, comenzando por los bancos, las vendieron y se fueron al exterior a vivir de rentas o a invertir allá, en muchos casos sin gerenciar. Un estudio que ganó el año 2004 el premio de investigación que otorga el Banco Central calculó en más de cien mil millones de dólares el monto de lo que ciudadanos venezolanos tienen en el exterior.
Se pretende justificar esta fuga de capitales (que a pesar del control de cambios continúa hoy en términos similares; el año pasado se calcula que salieron diez mil millones de dólares) diciendo que el capital no tiene patria porque busca únicamente la mayor rentabilidad o la seguridad de su inversión. Pero en primer lugar no es fácil mostrar que de este modo la obtengan, y además se pueden poner los casos comparativos de Colombia o Chile donde el capital criollo se la juega por su país, además de buscar en él la mayor ganancia posible o por mejor decir el mejor posicionamiento en el mercado, repotenciando sus empresas y haciéndolas así capaces de exportar. También se puede citar a las escasas empresas criollas que así lo vienen haciendo, sin que su decisión se pueda calificar de lógica patriotera, ya que obtienen jugosos beneficios. Más aún puede decirse con seguridad que las corporaciones trasnacionales que han sustituido a las empresas criollas no vinieron a Venezuela para prestar una ayuda humanitaria, sino porque les favorecía en términos comparativos.
En el país sí existe capital humano muy bien preparado, es decir buenos empleados a todos los niveles. Un caso muy significativo que muestra la capacidad de estos técnicos es que un grupo numeroso y cualificado de los despedidos de PDVSA fueron a trabajar a Canadá, que dobló su producción a partir de arenas bituminosas (de un millón a dos de barriles diarios) con su concurso. No sé si existen buenos gerentes y ciertamente no existen muchos capitalistas. Como estamos en un sistema capitalista, este déficit es gravísimo.
1.2 Déficit de productividad en las empresas e instituciones del Estado
Actualmente tampoco existe capitalismo de Estado. Existen (y cada vez más) empresas cuyo propietario es el Estado, pero no están manejadas con lógica capitalista, no sólo porque no se da la búsqueda de las mayores y más sostenidas ganancias sino sobre todo porque no se busca la mayor productividad posible, que es el aspecto más positivo del sistema capitalista. Existieron empresas del Estado manejadas con criterios empresariales. Y sobre todo existieron hasta fin de los años setenta instituciones del Estado (señaladamente las educativas y de salud) con excelentes profesionales y por eso con muy buena productividad social. Ahora no existen.
Las empresas básicas venezolanas funcionaban, a pesar de los incesantes problemas sindicales, solucionados bastantes veces con hipotecas demasiado onerosas para la empresa. PDVSA contó con una excelente plantilla de técnicos y operadores y con una buena gerencia, a pesar de que en este punto hubiera malformaciones serias. Ahora privan los criterios ideológicos (en definitiva la fidelidad a la causa y al líder), y el resultado es el desmantelamiento de la industria petrolera, que no está produciendo más de millón y medio de barriles diarios, menos de la mitad de lo que producía antes de esta politización, y que ni siquiera puede mantener este ritmo menguado de producción, además de que se abandonó toda la investigación aplicada y la producción de patentes. Además el subsidio a la gasolina es a la larga insostenible, ya que el precio para no ganar ni perder tendría que ser de unos mil trescientos bolívares el litro. Y sin embargo mantener el precio actual, diez veces menor, es políticamente imprescindible en la orientación actual del gobierno.
El único renglón en el que el Estado ha sido eficiente es en el de la recaudación de impuestos. Y hay que decir que es un elemento imprescindible para el funcionamiento de todo Estado moderno, porque los ciudadanos tienen que sentir lo oneroso de su colaboración para exigir que lo recaudado se gaste con eficiencia, ya que es el resultado de lo puesto en común con sacrificio por ellos. Pero sin embargo la gente tiene la impresión palpable de que lo que se recauda eficientemente no se gasta eficientemente; o, mejor dicho, se emplea con gran eficiencia para los objetivos políticos del gobierno, que por una parte no son compartidos por la mayoría de los que más pagan, lo que les causa gran resentimiento, pero además que esos programas no parecen ser económicamente sostenibles, ya que se apoyan en las entradas petroleras, que no se van a incrementar y ni siquiera mantener, aunque se mantengan los precios petroleros (si no se reponen los criterios técnicos y muchos de los técnicos botados en PDVSA, se teme fundadamente una crisis severa dentro de algo más de dos años y un colapso de cinco a seis años), y en los impuestos, que, a pesar de la eficiencia en la recaudación, dependen de la expansión económica general (que no va a tener lugar), ya que significan un porcentaje de las ganancias.
1.3 Dificultad para encararlo en orden a su superación
Si se comparten estas apreciaciones, hay que insistir que la superación del problema debe venir tanto de la empresa privada como del gobierno. Sin embargo, actualmente cada uno echa la culpa al otro y, como hemos visto, tiene razón en sus señalamientos; pero por eso mismo también debería reconocer cada uno su propia responsabilidad. El problema es que no es fácil que se pongan de acuerdo para cambiar a la vez. Sobre todo porque se ven como enemigos. Aunque gran parte de la empresa privada amortigua cada vez más este antagonismo porque no se ve independiente del gobierno. El gobierno por su parte prefiere quebrar a esta clase, incluso pagando el precio de la parálisis (tanto en la recaudación de impuestos como en la capacidad de ejecutar sus propios planes) que le impide cumplir sus propios objetivos. Por eso las únicas obras que está ejecutando el Estado a ritmo sostenido, cumpliendo los compromisos mejor, incluso, que otros gobiernos anteriores, son aquellas financiadas por organismos multilaterales y contratadas a corporaciones trasnacionales.
Así pues, el problema económico, tan grave en sí, lo es más porque ninguno de los actores implicados se lo plantea para resolverlo eficazmente. Y la causa última es que la empresa privada, por déficit de empuje y productividad, no tiene independencia del Estado, a pesar del cuantiosísimo dinero privado que hay en el exterior; y el Gobierno por su parte quiere quebrar a esa clase y él mismo no tiene criterio ni capacidad empresarial.
2.- PROBLEMA POLÍTICO
2.1 Dictadura democrática del Presidente a través del proletariado
El problema político es que el gobierno, y más estrictamente hablando el Presidente, tiene la hegemonía sobre el pueblo, que es la mayoría absoluta del país, y ha resuelto gobernar exclusivamente para ella. De este modo ejerce democráticamente (ya que puede ganar cómodamente todas las elecciones) la dictadura del proletariado, que en realidad no es del mismo proletariado como sujeto social sino de su líder, que sí hay que reconocer que es su conductor. Pero el Presidente, que hegemoniza al pueblo, no tiene un proyecto sustentable para su promoción, tanto a nivel de capacitación técnica como de organización económica y social. Por ello se sostiene mediante operativos que logran avances reales, pero no orgánicos. Además de que su modo de conducción no propicia que la gente popular se constituya como sujeto. Esto debe ser explicado porque hay indicios de lo contrario. Y de todos modos no es admisible que un presidente gobierne sólo para los de abajo (aunque hay que reconocer que bastantes otros han gobernado sólo para los de arriba y no ha habido quejas), y menos aún que propicie sistemáticamente un enfrentamiento entre las clases.
El presidente conduce al pueblo manteniendo una interlocución permanente con él. En primer lugar lo considera su interlocutor real y le habla en su imaginario y de sus problemas y aspiraciones. Les habla siempre con respeto, como a personas dignas que desean promoverse y están dispuestas a luchar para lograrlo. Se refiere a la situación del país y a la situación mundial y a los diversos actores sociales que se mueven en ellas, clasificándolos según sean ayudadores u opositores para el desarrollo popular tal como él lo propone. También toma en cuenta los bienes civilizatorios que es necesario incorporar para salir adelante. El pueblo lo entiende y confía en él. No sólo eso, la gente también se hace cargo de sus apreciaciones y propuestas y las asume y es capaz de explicarlas y defenderlas.
Creo que no es arbitrario decir que no hay ningún otro político ni hombre público que tenga ni haya tenido esta capacidad de comunicación con el pueblo venezolano. En este campo, Chávez no tiene rival. Y por eso lo cultiva asiduamente. Es su fuerte.
Sin embargo tiene tres cosas en contra. La primera es que sigue siendo un militar. Sólo piensa en batallas, y por tanto en identificar a los enemigos y en derrotarlos. Este horizonte adversativo lo descalifica para ser presidente, que es el representante de todos los venezolanos, ya que las batallas que gana las gana sobre venezolanos y en definitiva es Venezuela la que sale perdiendo. Este imaginario adversativo se incrementa por su propuesta de lucha de clases desde una visión simplista del marxismo. Hay que decir que en esto no lo acompaña la mayoría del pueblo, a pesar del resentimiento que puede haber acumulado en estos últimos veinticinco años de abandono; aunque sí cala en un segmento ya trabajado por la izquierda histórica y en lo que llamó Rosa Luxemburgo lumpemproletariado, que son personas no modeladas por la cultura popular sino marginalizadas respecto de ella y por eso de los fines de la sociedad como todo. El que sea militar también incide en que no confíe en los civiles. Por eso los usa y cuando ya no le sirven se desprende de ellos para no gastar su imagen. En este sentido no podemos decir que su partido sea el MVR. Su entorno más íntimo son militares y cada vez más está gobernando con militares. Actualmente son ya setecientos los que tienen cargos públicos. No sólo es algo exorbitante e inadmisible en sí sino que, como su lealtad es al presidente directamente, desarticulan las instituciones e impiden que se consoliden y articulen en base a la meritocracia.
La segunda desventaja es la que dijimos en el apartado primero: su imaginario económico, político y en general histórico está estancado en el siglo XIX, peor todavía, en los militares de ese siglo que sumieron al país en la paralización, y no concibe que estamos en una época globalizada y que podrá proponerse una globalización alternativa pero no una alternativa a la globalización. Por eso, como en el caso de Cuba, está cayendo en manos de las corporaciones mundializadas, con lo que va en contra de lo más elemental de lo que proclama. Eso significa que a la larga no puede lograr una salida a la situación popular.
La tercera es que su tipo de conducción está basada en la relación directa con cada persona del pueblo. Todas las instancias son meramente intermediarios suyos. Él se hace cargo de la gente, se encarga de ella y carga con lo que puede. Él trata de copar todo el horizonte popular de manera que la gente le deba todo sólo a él. Todavía no tiene el monopolio, pero va hacia él a medida que cree posible desplazar a los que capta como competidores. Por ejemplo, en cuanto pueda acabará con la educación popular de la Iglesia y la estatificará (no así la no popular, que no le interesa) así como con las demás asociaciones promocionales.
En este esquema él es quien toma todas las iniciativas. La gente es la que se siente representada por él y colabora con sus propuestas. Colabora realmente, las elabora, las comenta, se hace cargo de ellas y se encarga de ellas en lo que les toca. En este sentido parece existir una cierta personalización. Pero no es así porque el patrón es Chávez. El pueblo sigue a Chávez. Es chavista. No hay muchos sujetos que interactúan. Todos actúan el guión que escribe Chávez. Es el mismo esquema en que logró meter a la oposición, que por eso a la larga se convirtió sólo en su sombra, perdiendo toda iniciativa. El pueblo es su luz, su cuerpo social; pero no un cuerpo resultante de poner en común cada uno sus haberes sino el cuerpo de Chávez, ya que todos lo acuerpan. Pero como lo hacen de modo consecuente y consentido, no captan su despersonalización. Sin embargo, algo de base se va constituyendo, una base que tiene fricciones cada vez mayores y que va a entrar en contradicción tanto con la burocracia del partido como del Estado.
Este tipo de conducción lo aplica también al ejército, que actualmente ha quedado reducido a la condición de ejército pretoriano, ya que cada comandante de tropa le reporta directamente a él. Es, pues, un ejército suyo, no una institución con su propia estructura y lógica interna, con su meritocracia, con su jerarquización. El ejército no es del país a través de sus representantes civiles, cosa que debe acontecer en una auténtica democracia. No es tampoco, cosa no deseable, una corporación que trabaja para sí. Es un ejército personal. No es fácil que los elementos más institucionalistas de la fuerzas armadas puedan tolerar esta desviación por largo tiempo, ni es fácil que el presidente fuerce de ese modo la institución por mucho tiempo a base de mera habilidad y prebendas.
Así es también el gobierno, un gobierno del presidente, y eso está haciendo del Estado. El primer criterio para elegir o para despedir a un funcionario es la lealtad al presidente. Y cada vez más el propio presidente es el que da órdenes directamente a los funcionarios. El resultado es la parálisis del Estado, ya que prescinde de la lógica interna de las diversas instituciones. Al ligarlo todo a él, ha desinstitucionalizado al Estado, con lo que no puede llevarse a cabo ningún proyecto orgánico, complejo y sostenido. Naturalmente que él pretende crear sus propias instituciones, pero al no respetar la lógica institucional, no pasan de operativos o proyectos puntuales. Y en definitiva acaba dependiendo de sus leales, que tienen la tendencia de convertirse a su vez en unos pequeños Chávez a su sombra, es decir de obrar discrecionalmente a las órdenes del Presidente, pero cada vez más también a las suyas y para su provecho privado.
2.2 Una oposición, sombra del Presidente, que desconoce al pueblo
La oposición no ha adversado a Chávez con conocimiento de lo que él era y del papel que jugaba. Lo ha minusvalorado. Y ella misma no ha estado a la altura de su misión histórica. En gran parte son los mismos que llevaron al país a querer salir de ellos y votar por Chávez para ello. Muchos no han cambiado. Sólo juegan al desgaste de Chávez y sueñan con volver a lo de antes, sin percatarse de que es un camino cerrado, que no lleva a nada, y que además la gente no lo quiere. No han percibido que nada harán en Venezuela, si no toman en consideración a la mayoría empobrecida por sus políticas.
Y hay que decir que ellos no tienen ni conocimiento ni respeto al pueblo. Lo consideran como lumpen. Y no tienen ninguna propuesta seria para él. No han sido capaces de reconocer que Chávez ponía el dedo en la llaga en cada problema que enfrentaba. Por eso no se han propuesto a ellos mismos como alternativa a las soluciones menguadas que ofrece el Presidente. Si el Presidente gobierna sólo para el pueblo, ellos no están pensando en el pueblo sino en tomarse la revancha del pueblo, ya que él es el que le da el poder a Chávez.
No sólo eso. Su ansia de sacar a Chávez a como dé lugar ha puesto al descubierto que no eran genuinamente demócratas. El golpe de Estado y el paro consiguiente reveló que lo que buscaban era meramente el poder, sin reparar en los costos para el país, y que tenían tan poco sentido de realidad que se suicidaron. Eso abarca no sólo a los partidos sino también a los sindicatos y ante todo a los massmedia que han jugado a actores políticos de primera línea y han tenido una función realmente funesta, y a la cúpula de Fedecámaras y no pocos de sus componentes y a bastantes profesionales, incluidos muchos miembros de la institución eclesiástica, que reaccionaron como clase media que son.
Es cierto que desde diversas instancias organizadas e incluso las políticas, se han dado muchas ideas, muchas de ellas realmente valiosas, sobre el modelo de país alternativo y sobre qué hay que hacer. Pero no conocemos propuestas estrictamente políticas, es decir cuyas partes sean compatibles entre sí, que tomen en cuenta tanto los recursos disponibles como los actores con voluntad y pericia para llevarlas a cabo, y que se articulen en un cronograma desde lo más urgente y factible hasta lo más medular, de manera que la consecución de unas metas posibilite plantearse otras.
Esta falta de articulación y jerarquización se debe no sólo a impericia sino a que en lo meramente propositivo se puede contentar a todos, pero al establecer prioridades a causa de la escasez de recursos y la jerarquización de problemas aparecen los verdaderos propósitos. La ausencia más grave de la oposición es su escasa sensibilidad popular, su escaso conocimiento de los sectores populares, incluso su desprecio por el pueblo concreto. Esto la vuelve inviable, si quiere ser genuinamente demócrata, ya que el pueblo es la abrumadora mayoría del país. Pero no sólo eso, más grave para un político es desconocer la época histórica de la región. Al vivir obsesionados por entrar en la mundialización, no perciben que América Latina está ingresando en una época que, dejando atrás la de los criollos (en el sentido estricto de españoles o más en general occidentales americanos) tiene como sujetos a los diversos componentes de nuestra sociedad multiétnica y pluricultural, que hasta ahora no habían encontrado reconocimiento. Esta falta de reconocimiento de su fuerza histórica es una de las causas más determinantes de la inestabilidad de la región, que no está en vías de resolverse porque hasta ahora los criollos no han querido ni siquiera reconocer el problema.
Sólo una oposición no unitaria sino que se deslinde de los últimos
veinticinco años y de este pasado inmediato y de sus personeros recalcitrantes,
y que proponga un juego en el que puedan ganar todos, sacrificándose todos, que
proponga en primer lugar la inclusión de las mayorías, pero además el entrar
como país en esta nueva época asimilando sus bienes civilizatorios y culturales,
pero desmarcándose también progresivamente de la dirección corporativa que ha
tomado, dando lugar a la genuina política, afincándose conjuntamente en la
productividad y en la solidaridad, puede erigirse como alternativa al
Presidente. Pero para serlo deberá ser capaz de entablar una circunlocución con
el pueblo realmente alternativa, es decir que asuma su capacidad de tomar
contacto profundo y a la vez de mostrarle un camino en el que sea más
genuinamente sujeto.
ELEMENTOS PARA UNA ALTERNATIVA
Caulquier
salida debe partir del fuerte de Chávez, que es tomar en cuenta al pueblo como
seres culturales y dignos, y proponerse su inclusión aceptándolos como actores
políticos, sociales y económicos. Todos los señalamientos de Chávez y sus
propuestas han puesto el dedo en la llaga de carencias reales a las que no sólo
el Estado sino los partidos políticos, la sociedad organizada (la sociedad
civil) y la mayoría de las instituciones, incluida la institución eclesiástica,
se habían resignado. La dificultad endémica para obtener identificación, el
analfabetismo de demasiados venezolanos, la ausencia de una educación básica en
la mayoría de los adultos, el deseo de no pocos de un título universitario, la
falta permanente de atención médica, la falta estructural de trabajo… son
problemas gravísimos endémicamente desatendidos. Chávez intenta resolverlos
mediante una inversión permanente que no genera una institucionalización capaz
de hacerse cargo de ellos con solvencia. Pero sí crea una movilización permanente
de sectores populares organizados para defender la revolución.
Una propuesta alternativa debe acometer todos estos problemas de modo que realmente los vaya superando estructuralmente y no mantenga la dependencia respecto del líder. Eso requiere la institucionalización cualitativa del sector educativo y de salud y su apertura estructural a la clase popular; requiere también la constitución de organizaciones realmente de base que se encarguen mancomunadamente con el Estado de lo que toca a su vida (rehabilitación de barrios, gestión de los servicios, seguridad, marcha de la vida social…). Esto demanda una presencia muy densa de actores políticos proactivos en el medio popular, pero que superen la relación clientelar y la ilustrada con la gente.
Este campo es privilegiado también para superar la
distancia abismal que hoy existe entre las clases, espesada por resentimientos
y estereotipos. La superación se llevará a cabo mediante el aporte cualitativo
de sectores profesionales a estos consorcios. Esta fecunda colaboración deberá
llevarse de tal modo que sea mutuamente beneficiosa y satisfactoria, y no mero
alturismo. Sólo así creará puentes sólidos entre las clases. A esto mismo
ayudará la reinstitucionalización del Estado, donde deben encontrar su puesto
muchos profesionales altamente cualificados y con deseos de poner su vida en
algo trascendente. Pero todo esto será insuficiente si el Estado no crea un
clima de confianza para la empresa privada, tratando por otro lado de
desestimular tanto los viejos vicios del sector como el desequilibrio que
provoca la prevalencia sin contrapeso del capital.