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La esperanza se contagia

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En el encuentro de Constructores de Paz María del Carmen Muñoz habló de la experiencia del Centro de Investigación y Educación Popular en la frontera colombo-venezolana

Quizás la enseñanza más significativa que dejó María del Carmen Muñoz en el encuentro internacional Constructores de Paz fue su terca militancia en la fe y en la esperanza sean cuales sean las condiciones que atraviese su país. María del Carmen pertenece al Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), institución a favor de la paz que ha desarrollado la Compañía de Jesús en Colombia. Actualmente, junto a un grupo de 66 monjas y sacerdotes, se moviliza en la frontera colombo-venezolano tratando de sembrar algo que no entra en el rubro de las hortalizas: cultura por la paz, por la democracia y la convivencia. La sede del Cinep se encuentra, sin embargo, en Bogotá.

No llegarse hasta allá, entre Cúcuta y San Cristóbal, es sumarse a la indolencia y eso sería la inhumanidad total. Ella ha vivido la guerra desde sitios distintos y ha visto gente allí que no se conmueve ante nada. Con este trabajo en la frontera habrá más participación y actividad a favor de la no violencia: más espacios compartidos binacionales, con sectores y movimientos sociales estrechando lazos. “Hay retos, tenemos que trabajar juntos para evitar que esto se convierta en un caos que se nos escape de las manos”.

Llegamos a un punto en que desconfiábamos hasta de los propios familiares, de nuestros amigos, de los más cercanos. Estábamos arrinconados. Hemos logrado recuperar y ganar confianza. Hemos logrado avanzar hasta volver a armar cosas colectivas. Pero en Colombia hay una volatilidad, que cuando estamos resolviendo una cosa, aparece otra más. Pero sí creo que se puede avanzar.

Aprender con los otros

El Cinep es un proyecto social cuya misión es contribuir a instalar una paz justa y sostenible en Colombia, trabajando con la población más pobre y, sobre todo, con los jóvenes. María del Carmen Muñoz reseña la violencia en la frontera. Dice que la guerra en Colombia está vigente.

Estamos inmersos en los sitios más conflictivos, ahora más que nunca; escuchamos la voz de la gente. Colombia está en guerra. No es un secreto en mi país que los grupos insurgentes se reactivaron y estamos retornando al recrudecimiento de la violencia que tuvimos en una época, con desplazamientos, desapariciones, ataques y estrategias sumamente diversificadas por parte de los actores armados en las regiones. Eso no es un truco de los medios de comunicación; no es que le quieran dar una mala imagen al país. Somos efectivamente una nación que resulta incómoda para la vecindad porque cada vez que hay enfrentamientos entre las fuerzas armadas y los grupos insurgentes, la gente se arrincona hacia las fronteras. Ahora bien, soy una mujer de fe y tengo confianza en que vamos a resolver el conflicto armado. Pero para eso también tenemos que diversificar nuestras estrategias.

María del Carmen trabaja ahora de un lado a otro de la frontera, desarrollando el proyecto pedagógico “que activa actitudes, capacidades y comportamientos para un clima de no violencia”. El grupo de jesuitas junto a profesionales de diversas disciplinas involucrados en este proyecto pedagógico de la frontera, apuesta a transformar a la gente desarrollando su capacidad reflexiva a través del diálogo, escuchando a los demás.

En Colombia, dice María del Carmen, lo público se ha vuelto privado; crece el individualismo y todo tiene una dinámica “quizás muy darwinista que no nos permite cohesionarnos como sociedad; hay que armar un proyecto-país que nos permita cohesionarnos hacia un horizonte común”.

Y agrega:

Si en el fondo no logramos cambios de pensamiento en la gente; si no logramos llegar hasta la conciencia profunda, en donde tus acciones son mediadas por una responsabilidad ética, no vamos a marchar.

En este proyecto específico del Cinep en la frontera, no involucran menores de edad. Trabajan con adultos, hombres y mujeres de diferentes religiones, profesiones, razas, etnias e ideologías. El proyecto cuenta con 66 monjas y sacerdotes en un primer grupo para cubrir a unas 600 personas. La ruta pedagógica, como la llama María del Carmen, pasa por los siguientes componentes:

  • Sacar a flote la experiencia de la gente sobre los temas cotidianos.
  • Explorar el mundo de las emociones y los sentimientos. “Se trata de recuperar las emociones, saber qué sentimos”.
  • Lo anterior se procesa a través o desde los aspectos bíblico, teológico, pastoral y espiritual.
  • Y la exploración de la escritura para dejar constancia hacia otras generaciones. “Exteriorizar lo que la gente vive para que quede para otros”, según anota María del Carmen.
  • El uso del territorio: concebir desde la idea de territorio el sentido de vivir en los espacios fronterizos. El grupo del Cinep utiliza el texto constitucional como carta orientadora que ayuda a la consolidación de una cultura política. Es una brújula. Se compara la Carta Magna venezolana con la colombiana, y así “vemos qué nos une, qué nos distancia y qué nos anima a trabajar juntos en un escenario como el que tenemos”.
  • También se toma en cuenta, muy en cuenta, el ciberespacio. Allí hay redes. Por eso, es importante desarrollar “cómo se construye una cultura política desde ahí”.

Paralelamente el grupo religioso y laico pone de bulto un valor de organización para que la gente asimile el trabajo en equipo. Es una estrategia de organización, de formación y de acompañamiento: para que la gente aprenda y se anime. Eso de la motivación es importante.

Indolencia y esperanza

Si le preguntan a María del Carmen por ese término que a veces pareciera echar un manto de anomia sobre los pueblos escarmentados de tanta angustia, indolencia, lo asociará a inhumanidad total. Uno no puede mantenerse indolente ante el caos y la violencia.

En cuanto a la indignación, en algunos casos sirve para frustrar más a los seres humanos; pero en otros es un activador potente de acciones de la comunidad.

Esperanza y fe son las dos alas sobre las que se alza un futuro en armonía con los anhelos cristianos. En la frontera, dice María del Carmen, la esperanza y la fe pueden ser invisibles.

La fe es todo lo que le permite a uno transformar el entorno; toda acción que haces junto a otros seres humanos para hacer realidad el buen vivir del pueblo. Fe y esperanza más capacidad de la gente para pensar en colectivo.

Puede inyectarse la esperanza en la gente. Si ve a los demás actuando de determinada manera en procura del bien común, se anima. María del Carmen está segura de que la fe, la esperanza y el amor se contagian.

Los sacerdotes y profesionales que trabajan con María del Carmen no hablan de réplicas o multiplicación de la experiencia, sino de recreación “porque en los contextos nuestros una experiencia no es igual a otra”. Es decir, que la experiencia pedagógica del Cinep puede ser recreada en Venezuela, pues desde este lado –y aun cuando los procesos históricos o las circunstancias sean distintos− se viven procesos semejantes que ameritan un aprender a trabajar en equipo, con los otros, construyendo ciudadanía con fe y esperanza.

Sebastián de la Nuez *

*Miembro del Consejo de Redacción de SIC.

Por: Gestor de Contenidos Digitales
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