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Avivar la esperanza: Piero Trepiccione

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El cierre del 3er Constructores de paz estuvo a cargo del politólogo Piero Trepiccione, coordinador del Centro Gumilla Barquisimeto. Su experiencia personal le permite pedir por la esperanza

El 13 de mayo de 1981, el recordado Papa Juan Pablo II sufrió un atentado en la plaza San Pedro del Vaticano, que casi le costó la vida. El nombre de la persona que realizó los disparos al Santo Padre era Mehmet Alí Agca, quien fuera detenido inmediatamente por las fuerzas de seguridad y algunos religiosos que estaban en el lugar.

Frente a este hecho, Juan Pablo II perdonó a su agresor, y no solo eso, lo visitó en la cárcel y solicitó para él la figura del indulto. Con esta actitud, Agca llegó a pedirle disculpas al Papa y se entabló entre ellos una amistad que duró hasta el fallecimiento de Karol Woijtila.

Hace ya más de dos mil años, que Jesús de Nazaret, estuvo con nosotros en el planeta tierra. Una parte de la humanidad de aquel entonces le trató muy mal y llegó a quitarle la vida; y sin embargo, nos dio una gran lección, perdonando a sus agresores. Un ejemplo que sigue tan vivo hoy en día, como si hubiese ocurrido ayer…

Y es que, a diario escuchamos hablar de la necesidad de construir la paz, de erradicar la violencia a como dé lugar, en vista de los estragos que causa a muchos hogares venezolanos. Pero, nos hemos olvidado un poco de la gran necesidad de la paz interior, esa que asegura una convivencia sana entre todos. Esa que garantiza un desarrollo saludable y un marco para el entendimiento mutuo, colectivo…

Y mi experiencia personal frente a un acto violento contra un familiar tan cercano, en primer lugar, fue una reacción de odio y desesperación contra los agresores. Estuve cegado unos minutos mientras hacía el recorrido hasta el lugar de la catástrofe. Pero en ese camino, recordé los momentos más maravillosos que conviví con mi hermano. Pensé en sus hijos, en sus responsabilidades. En que la vida debía continuar. Recordé las palabras que constantemente me decían mis padres sobre el rumbo de la vida y cambié mis lágrimas por esperanza, por fuerza interior y sentí una profunda paz… una paz que sobrevino por el perdón… y recordé a Jesús, y recordé a Juan Pablo II, a Gandhi, a Martin Luther King y a tantos otros, que nos han inundado de valiosos ejemplos… Pensé, no puede haber paz interior sin perdón, no puede haber paz ciudadana sin que los individuos tengan paz interior… En ello, el rol de la familia es trascendental. Para que la sociedad sea pacífica, las familias han de serlo también. Y la red de acción social de la iglesia tiene un papel estelar en la construcción de paz, brindando las herramientas necesarias para fortalecer la familia, el individuo y las instituciones.

Quiero decirles desde el corazón… cuando nos toca tan de cerca la violencia, es muy diferente a cuando nos la cuentan… yo crecí oyendo a mis padres relatos de la segunda guerra mundial, de los bombardeos, de la escasez de comida, de violaciones de los soldados a jóvenes inocentes, de maltratos físicos, verbales, psicológicos, de traumas que cuarenta años más tarde aún seguían en la psíquis de muchos afectados. Pero si no perdonamos, no conseguiremos la paz… tenemos que estar unidos en torno a la esperanza… esa que nunca desaparece por completo… siempre está allí, como una chispa divina que renace con más fuerza cuando nos conectamos con ella a través del perdón…para avivar la esperanza, tenemos que ser fuertes… para ser fuertes… tenemos que estar en paz en nuestro interior… y para ello, tenemos que convertirnos en verdaderos trabajadores por la paz, dispuestos a dar nuestra vida, nuestros máximos esfuerzos por ayudar a quienes han sido víctimas cercanas de la violencia… con paz tendremos alegría en el corazón… convirtamos a Venezuela en el territorio de la esperanza, que sirva de faro a un mundo sin un rumbo claro que espera una humanidad más cercana a la conciencia… 

Por: Gestor de Contenidos Digitales
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