En varias ocasiones, y de diversas maneras, en la historia mundial podemos encontrar fugaces asomos de la democracia. En su expresión moderna no tiene más de 250 años, un brevísimo lapso de procesos civilizatorios que ha permitido a ciertos países abolir la esclavitud, examinar los límites de la inclusión social, revisar el concepto de justicia y experimentar grandes florecimientos en la ciencia y las artes. En general ha venido acompañada por épocas de pensamiento nomotético, es decir, pensamiento basado en el raciocinio y la idea de que el mundo se deje guiar por reglas lógicas. La democracia ocurre cuando la gente decide crear la sociedad en que quiere vivir, y no continuar ciegamente los mandatos del poder o la tradición.
Revisando la idea de democracia es obligatorio preguntarse: ¿qué pasó en Venezuela? La intención de este libro es explorar su proceso de nacimiento, desarrollo, y las condiciones que la debilitan. Buscando este objetivo repaso algo de sus manifestaciones en la historia mundial, para enfocarme luego en el breve experimento de este país, entre 1959 y 2009.
Para comenzar la discusión, propongo que la democracia debe tener como mínimo: a) alguna injerencia de la ciudadanía en el manejo de las políticas del Estado; b) alguna forma de deliberación pública; c) un sistema válido de leyes reconocidas como legítimas entre líderes y ciudadanía, junto con alguna protección para la población contra los caprichos del poder, y d) algún límite sobre el tiempo en que los líderes puedan mantenerse en el mando.
En el primer capítulo de este libro reflexiono sobre algunos momentos históricos con gobiernos democráticos en Europa y América. Las experiencias de Atenas, Roma, Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, debido a su tradición cultural, han sido emblemáticas en la diversidad de soluciones de autogobierno que han podido lograr. En cambio en Venezuela, que examino en el segundo capítulo, no ha habido una tradición autogestionaria, exceptuando dos breves aventuras republicanas durante el siglo XX iniciándose con el gobierno de Eleazar López Contreras y, aproximadamente quince años más tarde, de nuevo con Rómulo Betancourt. Históricamente, y en términos generales, este país más bien ha tenido gobiernos de carácter autoritario.
En el tercer capítulo considero los factores que estimulan a la democracia, por ejemplo: la sustitución de la violencia política por el discurso libre de coacción; la creencia en un mundo nomotético (regido por leyes); los derechos humanos y el derecho a la protesta. Igualmente presto atención a los factores que la amenazan, como el caudillismo, el populismo, el abstencionismo electoral y las recesiones
económicas. Al final, reflexiono sobre cómo en el pasado se han podido recuperar las democracias perdidas.
No ofrezco un tratado sobre la historia, más bien me intereso por las vivencias del autogobierno en ella. Es un tema restringido y crítico a la vez, puesto que requiere un esfuerzo constante de comparación e interpretación. Me baso en razonamientos académicos y en reportajes periodísticos, como también en crónicas, leyendas y tradiciones. Con frecuencia, en estas páginas empleo el “yo” observador en primera persona; al final, estas reflexiones surgen de años de consideraciones mías sobre el valor de la democracia y los peligros que la acechan.
Resumen por Anne K. Bosma
Autora del libro