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¿Estamos tan mal como país, está todo tan destruido, el Gobierno está tan atornillado en el poder y es tan impostergable salir de esto, que tenemos que salir a como dé lugar?
Plantear cómo salir de esto, porque no se puede salir de cualquier modo, y adónde salir, porque no da lo mismo cualquier reemplazo ¿son en verdad exquisiteces que hay que postergar para concentrarse en lo verdaderamente decisivo, que es salir de este régimen?
Creemos que muchos conciudadanos están tan afectados por la devastación que este régimen ha causado en cada uno de los ámbitos del país, desde la vida de las personas –porque es verdad que la vida no vale nada–, hasta la economía –porque está destruida–, lo mismo que la convivencia, o la educación, o la salud, o el transporte, que solo anhelan que se acabe esta pesadilla.
Nosotros estamos igualmente afectados hasta lo más profundo de nosotros mismos, porque nunca nos habíamos imaginado que podíamos caer tan bajo como país. Pero no estamos de acuerdo en que debemos jugarnos todo a una sola carta. Porque nos puede suceder que después de que salgamos, sigamos lamentándonos de que, aunque salimos de la pesadilla, no hemos mejorado sustancialmente y los que han venido están tan atornillados como los de antes, aunque sea con otros métodos, menos directos, pero, en el fondo, tal vez tan crueles o más.
Que cuando reina el mal, no tenga poder sobre nosotros
Nosotros creemos que lo más decisivo que tenemos que hacer en nuestro país para estar a la altura de la situación, y así poder discernir qué hacer para responder a ella realmente, es empeñarnos en que nosotros y nuestros conciudadanos lleguemos a adquirir una consistencia personal realmente sólida, de manera que nuestra libertad se libere y la situación, que nos afecta tanto, no nos influya nada, porque nuestra vida sale de lo más genuino de nosotros mismos. Solo si hoy somos capaces de vivir de ese modo realmente humano, podremos arbitrar una verdadera alternativa superadora, a la que llegaremos gradualmente y que nunca estará completamente consolidada.
Por eso, aunque nos alegramos profundamente de que muchas parroquias y comunidades religiosas y otros organismos de la Iglesia estén haciendo más de lo que pueden para enfrentar la emergencia humanitaria dando comida a muchos que no tienen con qué y consiguiendo medicinas a personas que, si no, se morirían, creemos que sin omitirlo, lo primero que nos pide Papadios en esta situación es abrirnos lo más que podamos y cada día más para recibir su relación y la de Jesús y para corresponderlos y aplicarnos a discernir el Espíritu y seguir su impulso y ayudar a los más que podamos a hacer lo mismo. Y desde esas relaciones fundantes, fomentar en nosotros y en los demás las relaciones de fraternidad con todos, privilegiando a los pobres y sin excluir a quienes excluyen. Cuando estas relaciones lleven la voz cantante, seremos libres respecto de la situación, aunque nos afecte hasta matarnos de mengua, de enfermedades desasistidas o de una bala asesina.
No nos adensaremos como personas a base de puro voluntarismo. Es imprescindible fomentar estas relaciones de hijos y de hermanos. Tenemos que descansar en Papadios hasta poder decir, como Jesús, que “no solo de pan vive el ser humano” sino de la relación con él y los hermanos.
No es fácil confiar en Papadios cuando parecería que vivimos, como Jesús en el Huerto, “la hora del poder de las Tinieblas”. Pero si, como él y con él, perseveramos en la relación, llegaremos a entregarnos a su voluntad, que no es, obviamente que se impongan las Tinieblas, pero sí que cuando reina el mal, no tenga poder sobre nosotros porque somos capaces, como Jesús, de vencer al Mal a fuerza de bien.
Hoy mucha gente vence al mal a fuerza de bien
Tenemos que decir con alegría que eso está sucediendo, sobre todo en gente popular que, no teniendo cómo vivir, vive, no solo se sobrevive, sino que vive en plenitud en medio de su estrechez y de un esfuerzo más allá de sus fuerzas.
Estas personas son capaces de ir más allá de sus fuerzas porque viven obedeciendo al impulso del Espíritu, que mueve desde más adentro que lo íntimo de cada uno. Por eso es verdad que estas personas viven de milagro. En medio de su debilidad, viven humanamente y ponen humanidad por donde pasan. También viven así profesionales solidarios, por ejemplo, muchos médicos y profesores, que trabajan, obviamente que para vivir, pero mucho más para ayudar con lo que pueden a dar salud y elementos para desenvolverse en la vida con dignidad. Estos también se sienten frecuentemente extenuados, pero les compensa la alegría de dar de sí, de darse a sí mismos; porque, como decía Jesús, “hay más alegría en dar que en recibir”.
Construir una alternativa superadora
Ahora bien, desde este empeño que no ceja, Dios nos está pidiendo también que nos dediquemos a pergeñar y construir una alternativa superadora.
En tiempos de Jesús, como no había democracia política porque mandaba inconsultamente el emperador de Roma, la alternativa solo podía tener como ámbitos a las personas, a las familias y a grupos y asociaciones, siempre que tuvieran poca visibilidad social. Hoy tenemos que comenzar, como hemos insistido, por lo personal; pero desde ahí tenemos que transformar todos los demás ámbitos; ante todo la familia y las demás comunidades primarias, para los cristianos las comunidades cristianas de base, comunidades de vida, el vecindario, el lugar de trabajo y las asociaciones en las que estemos implicados.
En todas ellas tenemos que fomentar la cultura de la democracia, que comprende los siguientes elementos: todos tenemos que hablar con verdad y responsabilidad; tenemos que escucharnos descentrándonos y dando lugar a los demás; tenemos que dialogar buscando entender lo que se trae entre manos y entendernos los participantes. Tenemos que tomar decisiones que expresen a ese nosotros que es la comunidad o el grupo, y tenemos que realizar cada uno responsablemente aquello a lo que nos comprometimos; tenemos que evaluar en conjunto, poniendo por delante los fines trascendentes que nos convocan; desde ellos tenemos que ser capaces de procesar los conflictos, buscando no salirnos con la nuestra sino el bien del grupo y de cada participante; tenemos también que celebrar el don sagrado de la vida de la que participamos y los logros del grupo.
Solo desde este modo de proceder, llegaremos a una verdadera democracia política. Que tenemos también que trabajarla para que no se quede en lo meramente procedimental, sino que contenga el bien común, no el de los que se han cogido el poder y sus comparsas, ni tampoco el del capital –como sucede a nivel mundial–, y que configure un verdadero Estado de derecho, con una verdadera separación de poderes; con apoyo a la empresa que acepte su responsabilidad social, que nada tiene que ver con la propaganda corporativa; con seguridad social y siendo el gobierno responsable ante la ciudadanía, incluso a nivel administrativo y penal.
Así pues, no es el momento de aprovecharnos de la situación prevalidos de la impunidad, ni tampoco de vivir para llorar el bien perdido, ni menos aún de llamar a los amos del dinero y de las armas para que nos salven de los ineptos corruptos. Es hora de vivir con dignidad, como verdaderos hijos de Dios y como hermanos de todos, vivir fomentando lo más genuino nuestro, vivir libres de corazón en el seno de la tiranía, libres para vencer al mal a fuerza de bien; no para buscar rencorosamente el mal de los que nos hacen tanto mal, sino para vencerlos a fuerza de bien. Y para buscar con esta actitud una alternativa superadora. Que el Señor nos acompañe.
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