José Allamano: hombre de santidad, hombre de fe
El Centro Gumilla felicita a los Misioneros y Misioneras de la Consolata por este regalo de Dios para la iglesia universal. En Caracas, la misa en acción de gracias será el domingo 27 de octubre, a las 11 de la mañana, en la Iglesia Nuestra Señora de Coromoto, El Paraíso
El domingo 20 de octubre de 2024, se llevó a cabo en la Ciudad del Vaticano la canonización de José Allamano, junto a otros trece hombres y mujeres que apostaron por Cristo en su vida terrenal. Hablar de este nuevo santo de la iglesia católica nos remonta al año 1851, específicamente al 21 de enero cuando vino al mundo en Castelnuovo, Italia el cuarto hijo del matrimonio Allamano – Cafasso.
Sin duda, este niño creció en un entorno de santidad, su madre lo educó lo mejor posible en valores humanos y cristianos que fueron reforzados por Don Bosco en el oratorio de Valdocco, donde se formó bajo la narrativa de vocación religiosa, de pasión pedagógica y auténtica benevolencia, de caridad, de gracia, inconfundible por inteligencia y habilidades excepcionales de organización y agregación[1], afianzadas por su tío José Cafasso quien también es santo de la iglesia desde 1947.
Se hizo sacerdote en 1873 a la edad de 22 años y según su biografía, los seis primeros años como presbítero estuvo a cargo del seminario, pero con el anhelo de ser destinado a una parroquia. Su deseo se cumpliría al poco tiempo, cuando fue destinado por el obispo a regentar el santuario de Turín, dedicado a Nuestra Señora de la Consolata que se encontraba abandonado.
Con su esfuerzo, el de un gran amigo sacerdote llamado Santiago Camisassa y la intervención de la madre Consolata fue recuperado el santuario y un anexo del templo destinado a la formación de futuros hombres al servicio de la iglesia. Corrían los tiempos de 1890, cuando escribió una carta al obispo de Turín con la finalidad de fundar un instituto destinado a la misión, debido a la gran cantidad de sacerdotes con los que contaba la diócesis para la fecha.
Allamano contaba con una salud frágil y en 1900 cae gravemente enfermo, pero gracias a las oraciones de muchos y a la intercesión de la virgen, se recuperó milagrosamente continuando con la misión encomendada. Un año después, el 29 de enero de 1901, fue aprobada la creación de un instituto para la misión Ad Gente y en el año 1902 parten los primeros cuatro misioneros a Kenia, primer destino de la misión.
Luego de este trabajo ya no contaba con otros religiosos que se quisieran formar, por lo que entregó las llaves del seminario a los pies de La Consolata, indicando a la madre de Dios que esta obra era suya, tiempo después otros mostraron gran interés y se sumaron a la experiencia de llevar la consolación a otros lugares lejanos.
En 1910, nueve años después de la fundación de los Misioneros de la Consolata, fundó la rama femenina bajo el mismo carisma y en 1913 fueron destinadas a África sus primeras misioneras.
El resto de su vida estuvo dedicada a educar y acompañar de manera permanente a sus hijos e hijas que se esparcen como polen por el mundo, entregando su alma al creador el 16 de febrero de 1926.
La pedagogía consolatina fundamenta su espiritualidad en frases sencillas pero profundas que sustentan la cita del profeta Isaías “Anunciarán mi gloria a las naciones”, la primera de ellas: Primero santos y después misioneros, invitando a que la misión no se trata de hacer sino de ser, a lo criollo podríamos resumirlo en: “nadie da de lo que no tiene”. La segunda frase: El bien hay que hacer bien y sin ruido, recordándonos que las cosas que hacemos deben estar impregnadas de disponibilidad y buena voluntad.
Entre su gran legado podemos destacar su interés por la misión Ad Gentes, sin salir de Italia dedicó parte de su vida a fortalecer el trabajo de sus misioneros y misioneras. Otro aporte de este nuevo santo se centra en la promoción de un día dedicado a las misiones que luego la iglesia promulgaría como el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND).
Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 07 de octubre de 1990, quien lo recordó como “Santo de la Consolata, padre providente, formador y maestro del clero, sacerdote para el mundo”[2]. El milagro atribuido que lo lleva a los altares se centra en la curación milagrosa de un indígena Yanomami de nombre Sorino, que habita en la selva amazónica del norte de Brasil quien fue atacado por un jaguar provocándole fractura de cráneo y apertura de este y quien estuvo cerca de ocho horas sin recibir atención médica. Fue atendido por las Hermanas Misioneras de la Consolata quienes junto a su familia y otros religiosos lo trasladaron a un centro de salud en la ciudad, donde fue operado e internado en la unidad de cuidados intensivos. Colocaron la reliquia de José Allamano bajo su almohada y oraron fervorosamente por su recuperación y luego de diez días despertó milagrosamente causando asombro en el cuerpo médico ya que no manifestaba ninguna secuela neurológica, reincorporándose unos meses después a sus labores en la comunidad como si nada hubiese pasado.
Después de muchos años, se aprueba el segundo milagro y hoy en cuatro continentes resuenan cantos de alabanza al creador por este regalo de su canonización para la iglesia misionera. La presencia de los hijos e hijas de la Consolata se hace realidad en 29 países de África, América, Asia y Europa donde trabajan más de 1000 misioneros y más de 700 misioneras consagradas formando comunidades cristianas y ayudando en la consolidación de la fe. En la actualidad, los Misioneros de La Consolata ofrecen a la iglesia un cardenal y diecinueve obispos en diversas diócesis del mundo. Es importante resaltar la presencia de laicos misioneros, hombres y mujeres que se impregnan del carisma y acompañan y fortalecen la misión desde lo local.
En Venezuela los misioneros tienen presencia desde 1970 y en la actualidad se encuentran en Caracas, Barlovento, Barquisimeto, Tucupita y Nabasanuka en el delta del Orinoco y las misioneras se hacen presentes en Caracas y el estado Amazonas. Ambas ramas atienden a las comunidades afroamericanas, indígenas, juveniles y zonas populares o periferias mostrando el rostro misericordioso del padre.
Pedimos a San José Allamano que siga bendiciendo y acompañando a tantos misioneros por el mundo, llamando a otros obreros a la mies del Señor, siguiendo su ejemplo de constancia y perseverancia mediante las herramientas más poderosas: LA EUCARISTÍA Y LA ORACIÓN.
Wilmer Daniel Ramírez
Coordinador de Proyectos de Gumilla
[1] https://www.sdb.org/es/don_bosco/scritti/escritos/CENNI_STORICI_INTORNO_ALLORATO