Gustavo Gutiérrez puso en el centro de su vida pastoral a los más excluidos de la sociedad
Gutiérrez fue un gran amigo del Padre Pedro Trigo (SJ) del Centro Gumilla, con quien compartió momentos de reflexión sobre la realidad latinoamericana. En 2018, el Papa Francisco reconoció la contribución de Gutiérrez a la Iglesia y a la humanidad
El 22 de octubre, la Provincia Dominicana San Juan Bautista del Perú anunció el fallecimiento a los 96 años del destacado teólogo y filósofo católico Gustavo Gutiérrez Merino Díaz.
Conocido como el “padre de la teología de la liberación” y un “defensor incansable de la opción preferencial por los pobres”, Gutiérrez dedicó su vida a la reflexión teológica enfocada en la justicia social y en priorizar a los más desfavorecidos, dejando un importante legado tanto religioso como social en Latinoamérica.
La Iglesia peruana manifestó su pesar por su fallecimiento y destacó cómo su trabajo influyó en integrar al Magisterio de la Iglesia la tarea fundamental de vivir la fe a través de la opción preferencial por los pobres.
El cardenal electo Carlos Castillo, arzobispo de Lima, subrayó que Gutiérrez fue un defensor incansable cuyas palabras sobre esta opción se convirtieron en una directriz central para la Iglesia. El aporte de Gutiérrez abrió un camino de esperanza liberadora para los pobres y pequeños, una esperanza que Jesucristo ofrece a toda la humanidad, sostuvo el arzobispo y cardenal electo.
Con motivo del 90 aniversario de su nacimiento en Lima en 1928, el Papa Francisco le envió una carta en la que destacó su “servicio teológico” y agradeció sus esfuerzos por interpelar la conciencia de todos para que nadie quede indiferente ante el drama de la pobreza y la exclusión.
El portal Vatican News resalta algunas de las obras escritas por el teólogo durante las últimas cuatro décadas, incluyendo Teología de la Liberación, publicada en 1971.
Gutiérrez, quien estudió medicina y literatura en Perú, psicología y filosofía en Lovaina, Bélgica, y teología en las universidades católicas de Lyon, Roma y París, planteó una liberación política y social centrada en eliminar las causas inmediatas de la pobreza e injusticia. Esto corresponde a “una liberación humana”, es decir, la emancipación de los marginados y oprimidos, y una liberación teológica del egoísmo y el pecado.
El dolor social de América Latina, las enseñanzas del Concilio Vaticano II y una constante referencia al Evangelio impulsaron estas reflexiones que se desarrollaron en numerosos volúmenes posteriores.
Ramón Antonio Pérez
Fundación Centro Gumilla