El artículo pone de relieve uno de los grandes retos de la humanidad para este siglo XXI: “la centralidad de la dignidad humana, el valor de cada vida humana”
El día del patrón del Clero, San Juan de Ávila, el Obispo nos regaló esta Declaración del Vaticano, mejor, de la factoría del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, un texto de cinco años de gestación, al que el Papa quiso mejorarlo, antes de su alumbramiento, añadiéndole las amenazas que viven las personas hoy por hoy a lo largo y ancho del mundo, como son la pobreza, la guerra, la trata de personas, el trabajo de los inmigrantes, los abusos sexuales, el aborto, la maternidad subrogada, la eutanasia y el suicidio asistido, la teoría de género, el descarte de las personas con discapacidad, el cambio de sexo y la violencia digital.
Este documento recoge, fundamenta y afianza el recorrido y el pensamiento elaborado en los últimos años sobre este tema, un trabajo exquisito donde define qué es y en qué se fundamenta la dignidad humana. Y en el fondo, pone de relieve uno de los grandes retos de la humanidad para este siglo XXI: la centralidad de la dignidad humana, el valor de cada vida humana.
No podemos ser ingenuos y olvidar que, en nuestro mundo hay avances, pero también hay relaciones de poder, de dinero, de lenguajes, de violencia y de ideas que esclavizan a las personas y que se aprovechan de ellas, y consciente o inconscientemente atentan contra la dignidad de la persona. Y desde la perspectiva cristiana, no sólo supone atentar contra un valor sagrado como es la vida, porque con cada ser humano que sufre en su dignidad, también sufre Dios y también sufre la humanidad entera.
Aunque para muchos siga siendo más de lo mismo, aquí pervive la visión profética de la Iglesia, la que denuncia el pecado y a la vez alumbra la esperanza, pues la fe sigue iluminando y fundamentando una propuesta clara y sólida para el ser humano, capaz de seguir dando una respuesta sostenible en el tiempo sea cual sea la amenaza. Quizás esta puede ser la gran noticia, en un mundo de ambigüedad, complejidad máxima, intereses y confusión: la Iglesia nos sigue proponiendo un modelo de persona que nos humaniza, respeta e incluye a todos como personas –como hijos e hijas de Dios–, algo que veinte siglos después siguen siendo una gran noticia.
¿Y por qué es importante? Muy sencillo, porque nuestro modo de comprender y fundamentar la vida determina nuestro modo de vivir, y hasta nuestro modo de tratar a la familia, a los compañeros, a los vecinos y hasta al panadero (a) que te atiende cada mañana en la boutique del pan.
La Declaración advierte desde el principio que no pretende agotar un tema tan rico y decisivo. Por eso, los teólogos, a continuación del texto donde habla de ―algunas situaciones problemáticas actuales en las que no se reconocen adecuadamente la inmensa e inalienable dignidad que corresponde a todo ser humano‖ han querido enriquecer la declaración, añadiendo otras situaciones que claman al cielo.
1. El capitalismo perverso, que vulnera sistemáticamente la dignidad humana, los derechos Humanos y la justicia debida a millones de seres humanos que mueren de hambre o viven en pobreza extrema, en precariedad, cuando una minoría acumula riqueza y poder excluyentes.
2. La violación de la dignidad de la Tierra: Para el enriquecimiento sin límites de una minoría y pobreza para la mayoría utiliza la tierra, nuestra casa común, agotando los recursos naturales, contaminándola, deforestándola, perforándola sin piedad (extractivismos). Queriendo enriquecernos a costa de la naturaleza hemos violado la dignitas Terrae.
3. El armamentismo violador de la dignidad humana. El gasto en armas ha crecido el pasado año un 6,8 % hasta alcanzar hoy los 2,44 billones de dólares. Sin un debido control de armas, vamos lanzados a una carrera suicida, provocando y haciendo inevitables las guerras, donde toda dignidad humana desaparece.
4. Las culturas violadas. Cada pueblo de nuestro mundo tiene una amplia riqueza cultural, inviolable, de profundas raíces espirituales en sus tradiciones, lengua, costumbres, relación con la tierra. La actual globalización invasora está anulando esa indispensable relación humana base de su dignidad colectiva.
5. Falsas ideologías globalizadas que violan la libertad de pensar por sí mismo y de ser persona autónoma y en relación creativa con los demás. Son ―ideologías de distintos colores, que destruyen –o de-construyen— todo lo que sea diferente y así reinar sin oposiciones‖. Fratelli tutti no 247.
Responder con eficacia humana y cristiana exige hoy ante todo comenzar por aquellas situaciones injustas de las que su primer exponente son las personas pobres y pueblos marginados, hoy los más afectados por estas violaciones. Considerados los últimos, descartados, sin embargo es a partir de ellas y ellos donde descubrimos lo que significa y exige la auténtica dignidad humana. Son su semilla y su liberación, primer signo de nuestro tiempo.
Pedro Repes Bañares
Junio de 2024
La Hoja Nro. 222.
Órgano informativo de la Parroquia de Castañares de Rioja